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Niños y verano: mitos y leyendas

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La llegada del buen tiempo es momento de alegría para los que somos padres y madres. Por fin quedaron atrás las interminables tardes de invierno en las que se hacía de noche muy pronto o los días de lluvia en los que salir a la calle con niños pequeños era aventurarse a volver a casa calados hasta los huesos y llenos de barro hasta las orejas… ¡Por fin podemos estar en la calle hasta la hora de los baños y las cenas! ¡Por fin los niños pueden correr a sus anchas todo el tiempo que quieran! ¡Por fin abren las piscinas!

Pero como todo en está vida, la cultura popular esta llena de mitos y leyendas acerca de la salud de los niños que durante el verano vuelven a salir a la palestra y no es raro que la tía Maripepa nos diga cosas como que no hace falta que le echemos tanta crema al niño que ya está morenito o nos llegue por el Whastapp de la clase del niño una publicación en la que se asegura que como en verano hay mucho sol podemos dejar de dar la vitamina D a nuestro hijo menor de un año.

En esta publicación repasamos los mitos y leyendas más importantes que debéis de conocer para que durante estos meses de buen tiempo no caigáis en falsas ideas que pueden tener trascendencia en la salud de vuestros hijos.

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Los 7 mitos más extendidos sobre lactancia materna

Lactancia

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En numerosas ocasiones hemos publicado información y evidencia científica actualizada en relación a la lactancia materna, tema de gran interés para la mayoría de las madres y padres que se estrenan como primerizos o bien que deciden ampliar su información durante la lactancia de sus bebés.

En esta ocasión y para revisar los puntos más importantes sobre la lactancia materna traemos un post muy sencillo y ameno de leer sobre falsos mitos en la lactancia materna, que a buen seguro os resolverán muchas de las preguntas que a menudo os hacéis mientras practicáis este método de alimentación con vuestros hijos. Lee el resto de la entrada »

Desarrollo neurológico infantil: mitos y leyendas

Bebe presión palmar

Fuente: GTRES

Aunque nos ha llevado nuestro tiempo decidirnos a escribirlo, aquí os traemos uno de los post más demandados por nuestros lectores. Nos habíamos resistido a escribir una entrada sobre neurodesarrollo infantil porque no nos gustan las típicas listas de hitos del desarrollo que un niño de tal o cuál edad debe cumplir en un momento determinado, ya que no se adaptan a la realidad de cada niño y podrían llevar a errores en la interpretación que hicieran unos padres concretos, con la consecuente preocupación excesiva, y seguramente innecesaria, en la mayoría de los casos.

Así que para evitar hacer listas, se nos ha ocurrido escribir esta entrada desde un punto de vista diferente, pero sin perder nuestra seña de identidad: un mitos y leyendas sobre desarrollo psicomotor de los niños. Aquí encontraréis información muy útil sobre los aspectos más importantes del apasionante desarrollo neurológico infantil que, aunque ocurre a lo largo de toda la infancia,  fundamentalmente, y de forma crítica, lo hace durante los primeros dos años de vida.

Pero antes de meternos en faena, dos aclaraciones previas que creemos muy importantes:

  • En primer lugar, el neurodesarrollo que se produce en estos primeros años de vida se realiza de forma progresiva, global y longitudinal. Es decir, nada ocurre en un momento concreto, de un día para otro, sino que lo hace a lo largo del tiempo y hasta la edad adulta. Por ello, es muy importante vigilar el desarrollo neurológico hasta que se completa el crecimiento del niño. El fin será un adulto autónomo en el ámbito físico, pero también en el emocional.
  • Y en segundo lugar, y no menos importante, el desarrollo neurológico ocurre en áreas motoras, afectivas y cognitivas; es decir, un niño tiene que desarrollar por igual las capacidades motoras (gatear, correr, dibujar…), las cognitivas (hablar, comprender, aprender a leer, sumar…) y las emocionales (extrañar a sus seres queridos, reconocer sus figuras de apego, jugar con iguales, socializar…).

Y teniendo estas dos cosas en mente, veamos que hay de cierto y de falso en esas creencias populares tan arraigadas en la cultura popular.

1. Todos los bebés sonríen cumplido el mes de vida. FALSO

Aunque la realidad es que en torno a las 4 semanas de vida los bebés inician lo que los pediatras llamamos sonrisa social, es decir, sonríen como respuesta a la sonrisa de sus conocidos (por ejemplo, cuando su mamá se acerca y le sonríe), algunos lo harán antes y otros después, con un límite de normalidad para iniciar esta sonrisa de hasta los 2 meses de vida.

2. En las revisiones del pediatra con un simple vistazo se puede valorar cuál es el desarrollo neurológico del bebé. VERDADERO (y falso)

Muchas de las valoraciones que realizamos los pediatras en relación al desarrollo neurológico precisan solamente de una observación indirecta, tranquila y minuciosa de la actitud y comportamiento de los niños, sin que sea necesaria una exploración exhaustiva en cada visita. Además de esta mera observación, cuando algo nos llama la atención, será necesario tocar y explorar al bebé, por ejemplo, si necesitamos ver la fuerza o el tono de los músculos que tiene o valorar cómo son los reflejos primitivos.

3. Los niños nacidos prematuros tardan más en realizar los hitos del desarrollo. FALSO

Los bebés prematuros llegan a los hitos del desarrollo a la misma edad que los bebés que no son prematuros si tenemos en cuenta su edad gestacional corregida. Es decir, realizarán esos hitos cuando les toca, lo que implica más tiempo desde que nacieron, pero porque nacieron antes de tiempo. Esto quiere decir que, por ejemplo, un niño prematuro de 32 semanas (unos 7 meses de embarazo), a los 2 meses de vida desde el nacimiento, en realidad es como si acabara de nacer para un bebé a término, por lo que cabe esperar que con estos dos meses realice los hitos del desarrollo de un recién nacido no prematuro y no los de un bebé de 2 meses de edad.

4. Si mi bebé no sostiene bien la cabeza con 3 meses debo consultar con el pediatra. VERDADERO

Se considera que todos los niños a esta edad deben tener un buen sostén cefálico, es decir, que cuando están erguidos no precisan de ayuda para mantener la cabeza en línea con el eje del cuerpo. El hecho de que no esté presente a esta edad nos puede indicar la existencia de algún problema, como la hipotonía, y requieren valoración especializada e inicio de tratamiento precoz.

5. Es normal que el bebé mantenga las manos cerradas en los primeros 3 meses de vida y reaccione cerrando el puño cuando algo se le acerca a la mano. VERDADERO

Esto se conoce como reflejo de presión palmar y está presente en todos los niños al nacimiento, pero debe desaparecer durante los primeros meses de vida, en general en torno a los 3 meses.  Su persistencia se considera un signo de alarma que puede indicar hipertonía, muy característico de los niños con Parálisis Cerebral Infantil (PCI). Además, hacia los 5-6 meses deben ser capaces de coger cosas de forma voluntaria, es decir, agarrar objetos que tienen a su alcance, como por ejemplo un mordedor que se les ofrece.

6. Todos los bebés balbucean a los 6 meses. FALSO

El inicio del balbuceo no imitativo con sonidos de vocales suele producirse hacia los 3-4 meses de edad. Un poco más tarde, a partir de los 6-7 meses inician el balbuceo imitativo (repiten lo que dice su papá o su mamá, como por ejemplo pa-pa-pa o ma-ma-ma-ma). La ausencia de este parloteo imitativo a los 12 meses de edad se considera un signo de alarma en el desarrollo de la comunicación y el lenguaje.

7. La mayor parte de los bebés consiguen mantenerse sentados de forma estable a la edad de 7 meses. VERDADERO

La sedestación pasiva, es decir, que un bebé se mantengan estable al colocarlo sentado suele estar presente hacia los 6-7 meses. Este hito del desarrollo resulta muy útil, por ejemplo, para que empiecen a alimentarse con trozos por ellos mismos. Algunos niños podrían tardar algo más en mantenerse sentados, considerando como signo de alerta que no lo hagan a la edad de 9 meses. La sedestación activa, cuando el bebé consigue ponerse sentado por sí mismo, ocurre más adelante, hacia los 9-10 meses, generalmente desde una postura de boca abajo a sentado.

8. Si mi pediatra dice que todo es normal sin valorar bien a mi bebé, pero yo veo que algo no va bien debo esperar. FALSO

Cuando un padre manifiesta que le preocupa algún aspecto del desarrollo neurológico de su bebé es importante que el pediatra realice una exploración minuciosa y que los padres confíen en las conclusiones de esa valoración. Sin embargo, ante la ausencia de esa valoración minuciosa y, sobre todo, si ésta no se ha realizado, nunca está de más buscar un profesional que pueda valorar a vuestro hijo (otro pediatra, un neuropediatra, un fisioterapeuta infantil o un logopeda infantil según sea el motivo de consulta que nos preocupe).

9. Puedo saber si mi hijo va a ser diestro o zurdo antes de los 2 años de edad. FALSO

Hasta los 2 años de edad el cerebro no empieza a tener una preferencia en el uso de una mano u otra. A partir de aquí se puede empezar a intuir qué mano utiliza un niño con más destreza, pero no será hasta los 5 años cuando realmente se defina sin son diestros o zurdos. Si desde los primeros meses de vida observáis que vuestro bebé usa preferentemente una de las manos debéis consultar sin demora con el pediatra.

10. Todos los bebés gatean antes de empezar a caminar. FALSO

Aunque la realidad es que la mayoría de los niños gatean -o realizan algún equivalente, como el arrastre- hasta el 18% de los niños son capaces de saltarse la etapa de gateo y pasar directamente a la bipedestación y marcha liberada, es decir, ponerse de pie y echar a andar. Esta bipedestación normalmente aparece hacia los 12 meses de edad.

11. Es normal que el bebé llore cuando se queda con personas que no conoce a partir de cierta edad. VERDADERO

Esto se conoce como ansiedad de separación y se produce porque el bebé reconoce cuál es su figura de apego y se muestra en desacuerdo con el hecho de separarse de ella. Si a partir de los 9-12 meses no aparece este tipo de respuesta cuando la figura de apego desaparece, por ejemplo, cuando un niño de esta edad muestra indiferencia cuando su madre o su padre le dejan a cargo con una persona ajena al entorno familiar o con un cuidador con el que el bebé todavía no está familiarizado, se considera un signo de alarma en el desarrollo de la esfera social y afectiva. En estos niños es importante valorar otros aspectos en esta esfera del desarrollo como son el interés en el entorno y en las personas que rodean al niño, la fijación de la mirada con el adulto cuando le habla, la respuesta a su nombre o la ausencia de juego simbólico a los 3 años de edad. Todos estos son signos que si aparecen podrían sugerir la existencia de un Trastorno del Espectro Autista (TEA).

12. Cuando existe alguna alteración en el desarrollo psicomotor infantil, lo más importante para mejorar el pronóstico es realizar atención temprana, sea cual sea la esfera del desarrollo afectada. VERDADERO

Y este es el mensaje con el que de verdad queremos que os quedéis tras leer este post. La mayoría de los niños con factores de riesgo de presentar un retraso psicomotor, es decir, aquellos niños en los que por sus condiciones es esperable que presenten cierto grado de retraso psicomotor, por ejemplo, los recién nacidos prematuros, los que presentan lesiones cerebrales, los niños con diagnóstico de enfermedades genéticas o metabólicas, suelen iniciar apoyo y seguimiento muy estrecho desde el diagnóstico de su enfermedad, incluso desde el mismo nacimiento. Se sabe que el pronóstico neurológico de estos niños mejora cuanto más precoz sea el tratamiento rehabilitador con estimulación, fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional, y que lo realizan de forma exquisita en los Centros de Atención Temprana.

El problema aparece cuando, a pesar de no tener un diagnóstico previo, un niño cualquiera comienza a presentar signos de alerta, como los que os acabamos de contar en este post. Esos signos de alarma deben poner en alerta a los pediatras, pero también a los padres, ya que es muy importante detectarlos de forma precoz para empezar a estudiar el origen de esa alteración, pero también a intervenir con tratamiento en Atención Temprana, con el objetivo principal de minimizar las secuelas y conseguir el mejor pronóstico neurológico posible para la vida futura de estos niños, incluso aunque todavía no se haya puesto nombre a lo que le pasa al niño.


En definitiva, en estas líneas hemos intentado resumir cuáles son los puntos del desarrollo neurológico de los bebés que a nuestro parecer son útiles que los padres conozcan, aunque somos conscientes de que nos dejamos muchas cosas en el tintero. Sinceramente, creemos que es mejor que los padres conozcáis cuales son los signos de alerta que deben hacer saltar las alarmas, más que que tengáis pegada en la nevera una lista con cosas que vuestro hijo debe hacer a tal edad y que, muy probablemente, no cumplan con los tiempos establecidos.

Si os ha interesado el tema del neurodesarollo infantil, os recomendamos otras dos entradas que tenemos escritas y que abordan el desarrollo del lenguaje y de la marcha en los niños, que completan muy bien mucha de la información respecto a este apasionante mundo del neurodesarrollo.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

Si te ha gustado lo que has leído, hemos publicado un libro con explicaciones sencillas y amenas sobre las cuestiones de salud más importantes de la infancia. Podéis adquirirlo en puntos de venta habituales o a través de los siguientes enlaces:

Y ya por último, os animaos a ver este directo de Instagram en el que participó Elena junto a Belén, fisioterapeuta de Little by Little (seguro que ya la conocéis por su perfil @littlebylittlefisioterapia) en el que abordaron el tema del desarrollo psicomotor.

 

Los dientes no dan fiebre

No sabemos por qué, pero la gran mayoría de madres y padres piensan que la salida de los dientes de leche provoca fiebre. Quizá sea por la sabiduría popular o por todos esos consejos que heredamos de las abuelas, pero el «mi hijo tiene fiebre porque le están saliendo los dietes» lo escuchamos todos los días en la consultan. Sin embargo, esta asociación no la estudiamos en la carrera de medicina y, menos aún, nuestros maestros nos enseñaron que al avaluar a un niño pequeño con fiebre en Urgencias los dientes podían ser la causa de tal proceso.

Entonces, ¿quién tiene razón: los padres o los pediatras? ¿Realmente los dientes provocan fiebre o no es más que un mito arraigado en la cultura popular desde hace décadas? ¿Quizá es que los dientes son la excusa perfecta para que los padres no se preocupen en exceso por las fiebres de sus hijos cuando llegan los primeros catarros e infecciones? En este post destripamos la polémica….

¿Cuándo salen los dientes?

Los dientes de leche empiezan a salir en torno a los seis meses de edad, aunque en ocasiones esto se puede retrasar durante unos cuantos meses. De hecho, no es raro que muchos niños soplen las velas de su primer cumpleaños sin que sus sonrosadas encías muestren signo alguno de que vaya a salir un diente. Tenemos un post entero sobre cuándo salen los dientes y en qué orden que quizá quieras consultar.

Lo habitual es que hacia los tres años la dentición de leche haya salido por completo: un total de 20 dientes entre incisivos, caninos y molares. Por tanto, cada niño tendría 20 oportunidades para que con la salida de cada diente tuviera fiebre. Sin embargo, cuando consultas estudios científicos sobre este tema, esa supuesta asociación entre fiebre y dientes es habitual entre los 6 y 18 meses de edad, mientras que en los niños de mayor edad no se produce.

Por tanto, ¿por qué a los niños mayores no les produce fiebre? O mejor, ¿por qué nadie habla de la fiebre cuando salen los dientes definitivos? La verdad es que a mi me gusta ser crítico con este tipo de cosas y estas preguntas solo me llevan a pensar que lo de la fiebre y los más pequeños de la casa no tiene mucha razón de ser.

¿Qué pasa cuando sale un diente?

En más de una ocasión nos han preguntado por redes sociales que si los dientes al salir producen dolor. Y si somos justos tendríamos que decir que no lo sabemos. Para conocer si realmente producen dolor habría que preguntar a quien lo esta «sufiriendo» y como os podéis imaginar un niño que no alcanza ni los doce meses de edad poco o nada nos va contestar.

Sin embargo, muchos padres y madres cuentan que cuando a un niño le va a salir un diente le encuentran más irritable de lo habitual, babea mucho e incluso quiere morder cosas duras buscando consuelo de alguna forma. Es cierto que durante esos días las encías se ponen rojas, como inflamadas, y esa es la excusa que se ha utilizado para justificar lo de la fiebre y la salida de los dientes.

Todos sabemos que cuando un niño padece un proceso inflamatorio, como unas anginas, este suele ir asociado a fiebre. Y es que la fiebre es una manifestación habitual que se produce en diversos procesos inflamatorios, sobre todo los de origen infeccioso. De hecho, el sufijo -itis, tan frecuente en medicina, hace referencia a «inflamación». De este modo otitis significa inflamación del oido, conjuntivitis inflamación de la conjuntiva o meningitis inflamación de las meninges… Como bien sabréis, todos estos procesos suelen ir acompañados de fiebre.

Sin embargo, hay otros procesos inflamatorios que no producen fiebre, como la reacción local que se produce después de que un niño se dé un golpe en la cabeza y le sale un chichón o que se rompa un brazo al caerse de la bici, tras una picadura de mosquito o, incluso, cuando se infecta una herida.

¿Y qué pasa entonces con los dientes? Es cierto que la salida de los dientes de leche produce cierta inflamación en las encías, pero hasta el momento no se ha logrado demostrar que esta sea lo suficientemente importante para justificar que pueda dar fiebre al crío.

«Pero es que a mi hijo cada vez que le sale un diente le da fiebre…»

Los pediatras definimos fiebre como la elevación de la temperatura corporal por encima de 38ºC. Entre los 37 y 37,9ºC nos referimos a ella como febrícula. Cuando buceas en los estudios que han intentado analizar la asociación entre la salida de los dientes y la fiebre, la mayoría concluye que «un pequeño porcentaje de padres» (menos del 30% en la mayoría de ellos) encuentra que a sus hijos les aparecen unas décimas, es decir, nunca por encima de 38ºC. Sin embargo, estos estudios se realizan a partir de encuestas en las que se pregunta a los padres lo que ellos notan mientras a sus hijos les salen los dientes sin que realmente se busque causalidad, es decir, que sin que esa elevación de la temperatura corporal está realmente provocada por la salida de los dientes y por tanto, podría tratarse de una asociación casual, es decir arbitraria.

A lo que si que estamos muy acostumbrados los pediatras es a niños que en su primer año escolar, cuando empiezan a juntarse con otros niños en la escuela infantil o en le colegio, se pillan una media de 10-12 procesos febriles banales como virus varios, gastroenteritis o catarros. Esta época del inicio de la etapa escolar de un niño coincide con la salida de los primeros dientes de leche por lo que, desde el punto de vista científico (de la causalidad), tendría mucho más sentido achacar la fiebre a los virus que a los dientes.

Lo que nos preocupa a los pediatras

Como pediatra tengo claro una cosa. Puede ser, porque no lo tengo seguro del todo, que los dientes den unas decimillas. Lo que es altamente improbable es que por la salida de los dientes un niño tenga más de 38ºC durante varios días. Por eso los pediatras solemos decir que «los dientes no provocan fiebre», fiebre como la entendemos habitualmente, es decir un proceso de varios días de duración en el que el niño está más o menos afectado y la fiebre sube y baja sin parar.

Lo que nos preocupa a los pediatras cuando un niño tiene fiebre es que pueda estar padeciendo una infección grave (una neumonía, una infección de orina, una meningitis…). Infecciones en las que si no se pone un tratamiento a tiempo pueden tener graves consecuencias. En general, con una simple exploración física somos capaces de discernir si ese niño con fiebre tiene una infección leve o, por el contrario, requiere de alguna prueba que la confirme o lo descarte.

Como veis, nuestra labor al evaluar a un niño con fiebre se centra en establecer si al niño le pasa algo por lo que puede esperar o quizá es algo más grave. Y en esa lista imaginaria de posibles causas de la fiebre no suele figurar la salida de los dientes o, como mucho, está al final de la lista y siempre tras haber descartado el resto de posibles causas.

Como suelo decir a los padres y madres que atiendo cuando uno de sus hijos pequeños tiene fiebre, «vamos a descartar primero lo que es importante y si luego son los dientes, pues fenomenal». Así que ya sabéis, si vuestro hijo tiene fiebre y esta dura más de 24-48 horas, presenta mal estado general o parecen signos de alarma (manchas en la piel, dificultad para respirar, vómitos….) debéis acudir al pediatra antes de quedaros en casa pensando a que todo ello se debe a los dientes.

Y si alguna vez algún pediatra os ha dicho que la fiebre de vuestro hijo es por los dientes, estoy seguro de que ha sido para tranquilizaros. Es más fácil esta explicación -aunque no sea verdad- para muchas familias que deciros que realmente no sabe a qué se debe la fiebre, pero que seguro que en unos días se le pasará sin mayores consecuencias que un par de días reguleros.


En conclusión, los dientes no producen fiebre y mucho menos procesos febriles con temperaturas por encima de los 38ºC y días de duración. En cualquier caso, si preferís pensar que a vuestros hijos sí que les da fiebre cuando les salen los dientes me parece estupendo, pero no dejéis de consultar con vuestro pediatra si veis que el niño no mejora rápido o, por el contrario, la cosa empeora con el paso de los días.

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Catarros y mocos: mitos y leyendas

Los catarros y los mocos. Los mocos y los catarros. Viejos conocidos de las consultas de pediatría y tan presentes en los niños pequeños que parece que hubieran nacido con ellos. La cultura popular ha creado muchos mitos y leyendas alrededor de este síntoma banal que no genera nada más que incomodidad a nuestros hijos.

En este post repasamos qué es un catarro y qué son los mocos desmontando sus mitos y leyendas.

1. Los catarros son consecuencia del frío. FALSO

Cierto es que los catarros suelen ocurrir principalmente en los meses fríos del año, sin embargo estos se producen por infecciones por virus. A los niños hay que abrigarles para que no pasen frío, pero no para que no se acatarren.

2. Mi hijo tiene muchos mocos, seguro que le va a salir un diente. FALSO

No hay ninguna base científica en esta afirmación. Ningún estudio de calidad ha conseguido demostrar que la salida de un diente produzca mucosidad nasal. Durante los primeros 2-3 años de vida de un niño salen un montón de dientes de leche por lo que es habitual que coincidan en el tiempo la salida de uno de ellos con un catarro que produzca moco.

3. Mi hijo no puede tener un catarro porque no tiene fiebre. FALSO

La fiebre es un síntoma más de infección. No es imprescindible tener fiebre para que un pediatra diagnostique a un niño de un catarro. Lo habitual es tener tos y mucosidad nasal, y en ocasiones algo de fiebre.

4. Mi hijo está muy enfermo, lleva con mocos varios meses. FALSO

La duración media de la mucosidad durante un catarro son unos 15-20 días. Si tenemos en cuenta que un niño de guardería se contagia de unos 10-12 al año (concentrados en el invierno) lo normal es que siempre esté con mocos.

5. A mi hijo le ha bajado el moco al pecho. FALSO

Las catarros no bajan la pecho, es decir, el moco no gotea por detrás de la garganta, accede a la traquea y llega al pulmón. Eso no ocurre así. Sin embargo, los virus que dan lugar a bronquitis y bronquiolitis empiezan siempre por un cuadro catarrral que con los días evoluciona. Durante estos días el virus que lo provoca va colonizando la vía aérea y al final llega al pulmón. Esa llegada del virus al pulmón es la que genera moco y no al revés.

6. Tengo que «sacarle» los mocos a mi hijo para que no le bajen al pecho. FALSO

Como ya hemos dicho, que se produzca una bronquitis depende de la capacidad de los virus de invadir la vía aérea inferior y no de lo frecuente que los padres limpien los mocos a sus hijos.

7. El moco de mi hijo se ha infectado porque ha cambiado de color a verde y/o amarillo. FALSO

Durante un catarro común el moco cambia y evoluciona de color. Al principio suele ser líquido y trasparente para en unos días hacerse espeso con un color amarillo o verde. Esto ocurre normalmente en cualquier catarro y no es un signo de que esté ocurriendo ninguna complicación.

8. Tengo que limpiar los mocos de mi hijo para que respire mejor. VERDADERO

La nariz  es la zona más estrecha de toda la vía aérea, además muchos niños no saben respirar por la boca. En caso de que los mocos taponen la mitad de la nariz entraría la mitad de aire al respirar. Por eso es muy importante limpiar la nariz de los niños.

9. La mejor forma de limpiar los mocos es con un «sacamocos». FALSO

Los lavados nasales son la forma más eficaz de limpiar la nariz. Para ello es necesario tener un poco de «mala leche» y hacerlo con fuerza, como si se limpiara una tubería. Los aspiradores de moco resultan poco eficaces ya que no llegan a la orofaringe (parte de atrás de la nariz, donde se junta con la garganta), además de ser poco higiénicos.

10. Para disminuir los catarros es bueno tomar vitaminas. FALSO

Una alimentación sana y normal aporta los nutrientes necesarios para que un niño se desarrolle y mantenga unos niveles de vitaminas adecuados. La toma «extra» de vitaminas no da lugar a que los niños se contagien menos.

11. Para que mi hijo tenga menos mocos le tengo que dar un mucolítico o un antihistaminico. FALSO

No existe ningún estudio científico de calidad que haya demostrado que tomando un jarabe de ningún tipo se tenga menos moco. Si existiera, los pediatras estaríamos encantados de mandarlo a nuestros pacientes. Hasta que alguien lo invente (y demuestre su eficacia) lo adecuado es la limpieza nasal y mantener bien hidratado al niño.

12. Voy a dejar de dar leche a mi hijo porque le produce mocos. FALSO

Este es quizá de los mitos más extendidos. La leche no produce mocos. Al igual que con los dientes, no existen estudios de calidad que hayan demostrado que esa afirmación sea correcta.


El copyright de a imagen de portada de este post pertenece a alterna bajo una licencia CC BY-NC-ND 2.0

Convulsiones febriles: mitos y leyendas

Termómetro

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Las convulsiones febriles son una preocupación habitual de los padres de niños pequeños. Sin embargo, sobre esta patología hay mucho desconocimiento lo que potencia la angustia paterna cuando alguno de sus hijos tiene fiebre.

Hace unos días revisamos la gastroenteritis aguda a través de sus mitos y leyendas, hoy retomamos la sección analizando las convulsiones febriles.

1. Si mi hijo tiene fiebre hay que bajársela a toda costa para que no convulsione. FALSO

La fiebre es un síntoma frecuente de las infecciones. Es incómoda, aunque los niños la toleran mejor que los adultos. Éste es el motivo por el que hay que tratar la fiebre, para que los pacientes se encuentren mejor y no para que no convulsionen.

2. Las convulsiones se producen si la fiebre es muy alta. FALSO

Tanto el incremento como el descenso brusco de la temperatura es el factor desencadenante más importante de las convulsiones febriles. En ocasiones, la convulsión se produce incluso antes de que aparezca la fiebre y en más de la mitad de los niños suele producirse en las primeras 24 horas del proceso febril.

3. Todos los niños pueden tener convulsiones con fiebre. VERDADERO

Las convulsiones febriles son una respuesta del cerebro al cambio a la temperatura corporal (fiebre) y la pueden presentar todos los niños pequeños entre los 6 meses y los 5 años de edad. Sin embargo, hay cierta agrupación familiar lo que pone de manifiesto que algunos niños con bases genéticas concretas las padezcan de forma más frecuente.

4. Las convulsiones febriles son raras. FALSO

Se calcula que hasta el 5% de los niños presentan convulsiones febriles por lo que no se pueden considerar una enfermedad rara. Además, un tercio de los niños que han tenido una convulsión febril tendrán alguna más durante la infancia.

5. Las convulsiones febriles ocurren en infecciones graves. FALSO

La gravedad de la infección no está relacionado con las convulsiones febriles. De hecho es más frecuente que las convulsiones se produzcan en procesos banales como catarros o gastroentroenteritis.

6. Si mi hijo esta convulsionando tengo que sacarle la lengua para que no se la trague. FALSO

Las convulsiones febriles suelen ser tónico-clónicas, es decir con movimientos o sacudidas del cuerpo, junto con pérdida de conocimiento. Durante una convulsión lo mejor es poner al niño de lado, que es como respira mejor, y no introducir nada en su boca ya que podría mordernos. Recordar que la lengua no se traga pese a las falsas creencias que hay al respecto.

7. Si empieza una convulsión con fiebre tengo que salir corriendo al hospital. FALSO

Las convulsiones febriles son breves, suelen durar menos de 2 minutos. Lo que esta indicado en poner al niño de lado y en caso de que no ceda llamar a los servicios de emergencia. Salir de casa corriendo con un niño convulsionando es una imprudencia. Una vez que la convulsión cede el niño suele quedarse dormido durante un tiempo, éste es el momento de acudir al hospital para que los pediatras comprueben que la recuperación tras el episodio es la adecuada.

8. Las convulsiones febriles hay que pararlas a toda costa. FALSO

Como ya hemos dicho este tipo de convulsiones suelen ceder en menos de dos minutos. En algunos casos se prolongan más de ese tiempo y estaría indicado administrar una Benzodiazepina como primer tratamiento para parar la crisis. En domicilio suele utilizarse la vía rectal, pero suele reservarse su administración al personal de Emergencias o a padre con hijos que ya han tenido más episodios.

9. Si mi hijo tiene una convulsiónfebril tengo que ir siempre a Urgencias. FALSO.

Cuando no es la primera vez que un niño convulsiona con fiebre los padres aprenden que es lo que tienen que hacer y vigilar, por eso no siempre está indicado acudir a Urgencias. Sin embargo, la visita a Urgencias es necesaria en caso de ser el primer episodio, cuando los padres no sepan que hacer o vigilar o cuando, ya sea por la fiebre o por la convulsión, el niño esté diferente a cuando le ha ocurrido otras veces o se repite en varias ocasiones.

10. Si mi hijo tiene una convulsión febril tiene que quedarse ingresado en el hospital. FALSO

Las convulsiones febriles son un proceso benigno y autolimitado. Lo normal es dejar al niño en observación en Urgencias durante unas horas para ver que se recupera con normalidad y darle de alta a domicilio. En algunas ocasión tras una convulsión febril el ingreso está indicado: convulsión prolongada, dos convulsiones en menos de 24 horas, convulsiones complejas, ansiedad familiar importante…, pero hay que individualizar en todos los casos.

11. Si mi hijo ha tenido una convulsión febril seguro que tendrá epilepsia de mayor. FALSO

Reiteramos, las convulsiones febriles son un proceso benigno. La mayoría de las veces solo ocurren una vez en la vida del niño y en el caso de que se repitan durante la infancia suelen desaparecer antes de los 5 años de edad. Sin embargo, la incidencia de epilepsia (enfermedad neurológica que da lugar a convulsiones sin fiebre) en estos niños es algo mayor (un 2% comparado con un 1% de la población general). Pese a ello, no es necesario que un niño con una crisis febril típica sea derivado al neurólogo de forma rutinaria.

12. Las convulsiones febriles provocan daño en el cerebro. FALSO

De nuevo, las convulsiones febriles son un proceso benigno. No provocan daño en el cerebro ni problemas neurológicos. Estos pacientes son  niños sanos que pueden seguir una vida normal.


En resumen, las convulsiones febriles generan mucha ansiedad y miedo en los padres sin embargo son procesos benignos que ceden en pocos minutos y no suelen repetirse. Os dejamos aquí el Link de la hoja de información para padres sobre la convulsión febril de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP).

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en: