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Pesadillas y terrores nocturnos: las parasomnias de los niños

Una de las cosas que más preocupa a los que somos padres es el descanso de nuestros hijos. Lo que ocurre entre las nueve de la noche y las nueve de la mañana, cuando el sol ya se ha ido, se magnifica hasta limites insospechados. Y no es para menos ya que, por un lado, durante esas horas los niños descansan de su activad frenética diaria y, por otro, a los adultos nos regalan unas horas en las que podemos bajar el ritmo al que nos someten esos pequeños monstruitos.

Sin embargo, la gran mayoría de los padres se dan cuenta al tener hijos que duermen peor de lo que esperaban antes de tenerlos. En ocasiones se debe a que se despiertan mucho por la noche y reclaman una caricia o un beso, porque tienen miedo o porque quieren un vaso de agua o ir al baño. Estas alteraciones del sueño son muy habituales en los niños y, en la gran mayoría de los casos, no suponen más que un problema para el descanso familiar sin que realmente se las pueda considerar un trastorno.

Mención a parte merecen las parasomnias, que se definen como experiencias no deseadas que acontecen durante el sueño, como pueden ser los terrores nocturnos, las pesadillas o el sonambulismo, siendo la edad preescolar (niños de 2 a 6 años) la etapa de la vida en la que son más frecuentes. Se las considera un trastorno benigno que mejora con el paso del tiempo aunque pueden tener un impacto negativo tanto en el niño como en sus padres. Son tan frecuentes que se calcula que casi 9 de cada 10 niños de entre 2 y 6 años ha padecido alguno tipo de estos episodios alguna vez.

Por ello, merece la pena repasarlas para que las conozcáis por si llega el momento de enfrentaros a ellas o por si, por desgracia, las vivís habitualmente con vuestros hijos.

Tipos de parasomnias

Sin entrar en términos o explicaciones complicadas, durante el sueño, o mejor dicho, durante cada ciclo del sueño, la actividad cerebral se va modificando y adquiere un patrón determinado dando lugar a las diferentes fases del sueño que seguro que conocéis: la fase REM y la fase NO-REM.

Dependiendo de en qué fase del sueño se produzcan, las parasomnias se pueden clasificar en tres grupos: los trastornos del arousal, las parasomnias asociadas al sueño REM y otras parasomnias. Como las carácterísticas de las distintas fases del sueño son diferentes, suele ser fácil reconocer cada una de las parasomnias ya que la clínica que presentan durante el episodio es diferente de unas a otras.

Trastornos del Arousal o Prasomnias del sueño No-REM

Este tipo de parasomnias ocurre durante la fase No-REM del sueño y se caracterizan por una percepción alterada del entorno (el niño parece que delira o dice cosas sin sentido), el paciente no está paralizado (es decir, el niño se mueve y puede hablar) y, habitualmente, no recuerda lo que ha ocurrido. Como ocurren durante la fase NO-REM del sueño, suelen observarse en el primer tercio de la noche.

Aunque el mecanismo por el que ocurren es desconocido, hay una serie de factores que pueden influir en su aparición. Algunos de ellos son el haber dormido poco, la fiebre o padecer un proceso infeccioso, el estrés o tomar algún tipo de fármacos, como los antihistamínicos. Además, hay cierta predisposición familiar a padecerlos.

Dentro de este grupo de parasomnias encontramos tres tipos diferentes que a menudo son difíciles de diferenciar entre sí:

1. Terrores nocturnos

Es la parasomnia más frecuente y su pico máximo de afectación se da entre los 5 y 7 años de edad.

Durante estos episodios el niño parece que está despierto con mucho miedo, gritando e intentando defenderse de una amenaza tal como monstruos, arañas o serpientes. Pueden acompañarse de sudoración y taquicardia así como enrojecimiento facial.

Si tratamos de despertar al niño nos resultará prácticamente imposible o el niño nos responderá de una manera confusa e inconexa. Ceden al cabo de varios minutos de forma brusca sin que el crío recuerde el episodio a la mañana siguiente.

2. Despertares confusionales

Son episodios similares a los terrores nocturnos pero, en este caso, el miedo no domina el episodio. Lo que ocurre es que el niño se despierta parcialmente desorientado y confuso pudiendo estar con los ojos abiertos. Durante el episodio, el niño suele adquirir conductas inapropiadas y se resiste a que los padres le consuelen.

Como ocurre en los terrores nocturnos, por mucho que lo intentemos no conseguimos despertar al niño y a la mañana siguiente no recuerda lo sucedido. Su duración suele ser de 5-20 minutos y ocurren a edades algo más tempranas, 2-5 años.

3. Sonambulismo

De forma similar a los dos anteriores, el sonambulismo se caracteriza por un despertar parcial que evoluciona hacia conductas complejas y deambulación por la casa sin un rumbo fijo. A diferencia de los terrores nocturnos o los despertares confusionales, el niño está tranquilo y no presenta miedo. Pueden prolongarse durante unos minutos y, al igual que los anteriores, los niños no los recuerdan a la mañana siguiente.

El gran problema del sonambulismo es que el que los sufre puede ser víctima de un traumatismo al caerse por las escaleras o tropezar con algún mueble.

«Tratamiento» de las parasomnias asociadas al sueño No-REM

Lo más importante es que los padres entiendan que este tipo de episodios son benignos y no influyen en el día a día de los niños, por lo que la tranquilidad durante el episodio es lo más importeante. Habrá que tomar la medidas oportunas para que el niño no se golpee durante el tiempo que duren estos episodios haciendo el entorno seguro para él.

Durante el episodio no debemos tratar de despertar al niño o intentar consolarlo ya que, además de no servir para que la intensidad del mismo disminuya, el evento podría prolongarse. Por las misma razones, tampoco hablaremos con ellos. Esto que os pedimos es lo que más suele costar a los padres con niños con este tipo de parasomnias, pero os podemos asegurar que es por su bien.

Lo que sí se puede hacer para mejorar las parasomnias es mantener una buena higiene del sueño en nuestros hijos ya que se ha comprobado que esto disminuye la aparición de los episodios. Además, en caso de que éstos sean muy frecuentes y ocurran siempre a la misma hora, podemos programar un despertar a una hora determinada para evitar que el niño entre en esa fase del sueño en la que se producen estas parasomnias.

Aunque existe medicación que puede hacer disminuir la frecuencia e intensidad de estos episodios, debe reservarse para aquellos en los que se altera de verdad la dinámica familiar o existe peligro físico y, en todo caso, deben ser pautado por un especialista.

Parasomnais asociadas al sueño REM

El sueño REM ocurre un poco más avanzada la noche por lo que estos episodios suceden algo más tarde de lo que ocurren los terrores nocturnos. Durante el sueño REM existe una parálisis completa muscular, no existe movimientos, salvo el de los ojos (lo que las diferencia de las asociadas al sueño No-REM) y, además, el niño recuerda lo sucedido. Existen varios tipos, aunque son las pesadillas las más conocidas y frecuentes.

Pesadillas

Las pesadillas son sueños desagradables en las que sentimientos como el miedo, la rabia o la ansiedad se entremezclan. A diferencia de los terrores nocturnos, el niño se despierta de inmediato tras la pesadilla recordando lo sucedido. También, dado que se producen durante la fase REM del sueño en la que no existen movimientos musculares, no deberíamos sospechar que el niño está sufriendo una pesadilla hasta que se despierte.

Son muy frecuentes en niños en torno a 3 años (hasta un 30%) y pueden estar desencadenadas por traumas o experiencias negativas anteriores. En estos casos sí que conviene consolar al niño tras el episodio y, como cualquier padre o madre haría, intentar no asustarlo con cosas que puedan impactarle en su día a día ya que éstas podrán desencadenarlas. Al igual que en los trastornos anteriores, una buena higiene del sueño puede hacer que disminuyan este tipo de episodios.

Diagnóstico diferencial

Como habéis podido leer, es fácil diferenciar un terror nocturno de una pesadilla si nos fijamos en las características de cada uno de ellos, ya que, en la gran mayoría de los casos, no suele necesirarse ninguna prueba complementaria para poder diagnosticar qué tipo de parasomnia ha sufrido el niño.

Por otro lado, en raras ocasiones los niños presentan movimientos durante el sueño que no somos capaces de clasificar como una parasomnia concreta. En estos casos, un video casero realizado por vosotros suele ayudar al pediatra a hacer un diganóstico.

Si aún con ello sigue existiendo la duda de que se trate de una parasomnia, vuestro pediatra os debería derivar al especialista (el neurólogo infantil) por si pudiera tratarse de alguna otra enfermedad como la epilepsia. En este caso si que se requieren pruebas como un estudio del sueño o un electroencefalograma.


Como padres de niños pequeños que somos, sabemos lo desagradable que puede ser enfrentarse a un niño que grita con miedo por la noche al no saber cómo actuar en ese momento. Esperamos que con esta entrada podáis afrontar mejor esos momentos que todos hemos sufrido.