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¿Por qué los adolescentes se acuestan tan tarde por la noche?

Adolescente

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Muchos padres acuden a consulta preocupados porque no consiguen que sus hijos adolescentes se acuesten a una hora razonable para que puedan obtener el descanso que su cuerpo (y su cerebro) necesita para funcionar en el día a día.

La verdad es que resulta un poco llamativo, sobre todo si nos fijamos en las estadísticas, ya que éstas apuntan a que cerca de 3 de cada 4 españoles nos acostamos más allá de las 11 de la noche. Si tenemos esto en cuenta y sabiendo que las necesidades de sueño disminuyen a medida que avanza la infancia, no nos debería extrañar que durante el paso de la niñez a la vida adulta, los adolescentes, de manera progresiva, se acuesten cada vez más tarde.

Sin embargo, que un adolescente se acueste tarde (o muy tarde) y no descanse lo suficiente puede dar lugar con el tiempo a un déficit de sueño con un claro impacto en su salud.

En el post de hoy hablamos sobre cómo duermen los adolescentes y hasta qué punto se considera normal que se acuesten tarde.

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Mi hijo ronca cuando duerme

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Hace unos días estaba viendo una película de dibujos animados con mis hijos y uno de los personajes roncaba mientras dormida. Para ojos de un padre cualquiera puede que le diera la impresión de que ese animalillo dormía a pierna suelta y de manera muy profunda, ya que en muchas ocasiones asociamos el ronquido a un mejor descanso.

Sin embargo, la realidad es bien distinta, ya que el ronquido aparece cuando el aire encuentra una obstrucción a su paso por la vía aérea y, por tanto, no podemos considerar que una persona que ronca es una persona que respira bien cuando duerme.

Las causas que pueden provocar ronquido en los niños no siempre son las mismas que en los adultos y, sobre todo, la forma de manejarlo es muy diferente.

En este post os contamos todo lo que tenéis que saber sobre los ronquidos en niños pequeños y cómo se trata en la infancia el síndrome de apnea-hipopnea obstructiva del sueño (que sería la expresión clínica más grave de esta condición).

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¿Hasta cuándo duermen los niños la siesta?

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El sueño en la infancia y todo lo que orbita a su alrededor es una de las cosas que más preocupa a los padres y madres con hijos pequeños. No en vano, durante los primeros 6 años de vida de un hijo se calcula que los padres pierden unas 700 horas de sueño al año, lo que en muchos casos se traduce en un gran café a primera hora de la mañana y unas buenas ojeras el resto del día.

Sin embargo, muchos padres no saben que el sueño durante los primeros años de vida es muy diferente al de los adultos, ya que tanto sus necesidades de descanso como su patrón de ciclos de sueño es completamente diferente al de sus padres. Muy poco a poco y a medida que el sueño madura, los bebés pasan de ser recién nacidos que prácticamente duermen todo el rato salvo cuando se despiertan para comer a niños que duermen más horas seguidas por la noche y concentran su descanso diurno en una o dos siestas.

Pero, ¿a qué edad dejan de dormir los niños la siesta? ¿Se las podemos quitar o realmente las necesitan cuando son pequeños? Y de mayores, ¿es normal que sigan durmiendo la siesta? En el post de hoy repasamos muchos conceptos sobre el sueño en la infancia y analizamos todo lo que tenéis que saber de las siestas infantiles.

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Las siestas son para el verano

Siesta

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Uno de las cosas que más quebraderos de cabeza da a los padres de hoy en día durante las primeras etapas de la infancia es intentar comprender cómo funciona el sueño de sus hijos. Sobre este tema ya hemos escrito varias veces, por ejemplo sobre la higiene del sueño, la melatonina o sobre el colecho.

Pero ahora que aprieta el calor estival y los horarios de los niños se alteran respecto a las rutinas del invierno,  queremos adentrarnos en el mundo de las siestas y la importancia que tienen para los más pequeños de la casa, sobre todo cuando los días se alargan como ocurre en verano.

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¿Desde cuándo pueden los niños usar almohada?

Almohada

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Una de las recomendaciones que más se repite cuando se da alta a un recién nacido del hospital es que debe dormir boca arriba y alejado de objetos que estén sueltos cerca de él, como por ejemplo una almohada, un peluche o unos cojines. Esta recomendación no es un capricho de los pediatras, si no que responde a las recomendaciones internacionales para prevenir la muerte súbita del lactante. Cuando los padres y las madres reciben esta información, la aceptan -y comprenden- de buen grado, pero llega un momento en el que, a medida que sus hijos crecen, se plantean cuándo les podrán ofrecer una almohada para que sus pequeñas cabecitas duerman sobre ella, al igual que hacen ellos. No en vano, la gran mayoría de los adultos la usamos para el descanso nocturno. La gran pregunta sería entonces cuándo pasan los niños de dormir sin almohada a dormir con ella.

En este post encontraréis recomendaciones sobre cuándo pueden los niños empezar a usar almohada y cuáles son los materiales ideales para ello.

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Melatonina, ¿el remedio para el sueño de los niños?

En los últimos años estamos asistiendo a campañas publicitarias en muchos medios de comunicación que promocionan la melatonia, una hormona que controla el reloj biológico que nos dice cuándo es de noche, como el remedio perfecto para que los niños duerman bien bajo eslóganes del estilo «El sueño llega a su hora».

No en vano, muchos padres reconocen que en alguna ocasión han pensado que sus hijos duermen mal y las estadísticas apuntan a que uno de cada tres niños presenta en alguna ocasión un trastorno del sueño (sobre todo insomnio de conciliación -cuando al niño le cuesta mucho dormirse al inicio de la noche- o por múltiples despertares nocturnos en los que reclama a sus padres para volver a dormirse).

Con estos datos en la mano, ¿quién no querría ese remedio que se anuncia a bombo y platillo como la mejor solución para el descanso de sus hijos? Seguramente muchos. Sin embargo, la mayoría de estos padres desconocen las verdaderas indicaciones que tiene este medicamento que se vende sin receta y bajo la denominación de complemento alimenticio. Esperamos que este post os sirva para resolver las dudas que a menudo nos habéis trasladado por redes sociales de si es bueno o malo utilizar la melanina para que vuestros hijos concilien el sueño.

¿Qué es la melatonina?

La melatonina es una hormona que sintetiza el cerebro en ausencia de luz. Esto permite a nuestro cuerpo saber cuándo llega la noche y, por tanto, la hora de irnos a la cama. Su secreción se inicia cuando empieza el atardecer y desaparece con los rayos del nuevo día. De esta forma, el reloj biológico de nuestro cuerpo se sincroniza con un ritmo circadiano, es decir, cada 24 horas.

Durante el embarazo, el futuro bebé es capaz de sintetizarla desde la semana 26, pero no será hasta los 5-6 meses de vida en que su secreción esté totalmente regulada y, entonces, el ritmo circadinao no quede establecido completamente. Hasta esa edad, los niños duermen casi las mismas horas de día que de noche y, a partir de entonces, la gran mayoría son capaces de dormir al menos cinco horas seguidas durante la noche, periodo que se irá a largando con el paso de los meses en los que progresivamente dormirán menos siestas diurnas y más tiempo por la noche.

Esta hormona fue descubierta en 1958 y desde entonces se han descubierto muchas funciones que tiene en el organismo además de regular el ritmo circadiano. Entre ellas destacan su colaboración con el control del crecimiento tumoral, propiedades en la protección ósea, facilita la regulación inmunológica o que facilita la liberación de radicales libres.

¿Para qué sirve la melatonina como medicamento?

Desde finales del siglo XX existen preparados comerciales de venta libre en farmacias (sin receta ni prescripción de un médico) que han resultado eficaces en adultos para tratar ciertos trastornos del sueño, sobre todo aquellos en los que el reloj biológico se desajusta, como por ejemplo el jet lag.

La seguridad en adultos de este fármaco está más que comprobada ya que no se han descrito efectos secundarios relevantes y existe muy bajo riesgo de intoxicación (por no decir que inexistente) a las dosis que se emplea. Y en todo caso, daría lugar a mayor somnolencia de la deseada.

En niños, esta comprobado que la melatonina disminuye la latencia del sueño, es decir, el tiempo que tardan desde que se meten en la cama hasta que se quedan dormidos. Si se adelanta el inicio de sueño de forma significativa, esto también implicará que el niño duerma más horas por la noche.

Visto así, parece el remedio perfecto para esos niños a los que les cuesta quedarse dormidos. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas como darles unas gotitas y esperar a que hagan efecto…

¿Cuál es el «problema» de la melatonina en niños?

Hace un par de párrafos hemos dicho que la melatonina en adultos es segura. Pero, ¿y en niños? ¿Hay estudios suficientes para afirmar que se puede administrar a los pequeños de la casa sin riesgo?

Los estudios que se han realizado en niños con este fármaco son escasos. Es cierto que demuestran los mismos efectos que en adultos en cuanto a adelantar el inicio del sueño, sin embargo, su efectos secundarios no están establecidos a largo plazo. Lo que sí está claramente demostrado es que si sólo se administra melatonina para que un niño se duerma rápidamente sin abordar otros problemas como la higiene del sueño o las rutinas que tiene para dormirse, el 90% recaerá al suspender el tratamiento. Es decir, pan para hoy y hambre para mañana.

En cuanto a su seguridad en niños, su uso a corto plazo (por debajo de cuatro semanas) parece seguro sin que se hayan observado efectos secundarios diferentes a los del placebo. Sin embargo, los estudios a largo plazo todavía no aportan información suficiente sobre su seguridad. Estudios de seguimiento a tres años no han puesto de manifiesto ningún efecto no deseado, pero no van más allá. Y no debemos de olvidar que, a diferencia de los adultos, los niños durante la infancia deben completar el desarrollo psicomotor, por lo que actualmente no se sabe qué efecto a largo plazo puede tener en él el uso continuado de melatonina.

Entonces, ¿debería dar melatonina a mis hijos para que duerman bien?

En el año 2014 la Asociación Española de Pediatría publicó en su revista Anales de Pediatría un consenso sobre el uso de la melatonina en los niños de las sociedades que con más frecuencia han abordado el problema del sueño infantil, tales como la Sociedad Española del Sueño, la Sociedad Española de Neurología Pediátrica o la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria.

En este documento queda claro que la melatonina puede resultar útil pero debe usarse siempre como medida de apoyo a la reeducación en las rutinas del sueño de los niños y nunca como única intervención tras analizar cuál es el verdadero problema por el que el niño no se duerme como esperan sus padres y cómo podemos ayudarle. Además, la melatonina nunca debería darse a un niño sin la supervisión de un pediatra.

A veces resulta difícil justificar tales precauciones cuando este medicamento se puede comprar con suma facilidad en una farmacia. En este sentido, la Asociación Española de Pediatria de Atención Primaria publicó hace tiempo un comunicado en que instaba al Ministerio de Sanidad a «tomar la medidas que considere oportunas para que la distribución de los preparados farmacológicos de melatonina se realicen por los cauces ordinarios bajo control del pediatra de atención primaria o el médico experto en sueño». En resumen, con receta. Por desgracia, su reclamación no ha sido escuchada todavía.

Como padres entendemos perfectamente la desesperación que para muchas familias supone el descanso de sus hijos. Por experiencia sabemos que a todos nos gustaría que nuestros hijos se durmieran rápido y, a poder ser, toda la noche del tirón. Sin embargo, la realidad del sueño en la infancia es muy distinta. Esperamos que después de lo que habéis leído hayáis entendido que la solución al sueño de nuestros hijos no pasa por darles unas gotitas mágicas y sanseacabó.

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Bibliografía:

NOTA: este post esta realizado para esclarecer las implicaciones que puede tener la melatonina en niños sanos. Este fármaco también se emplea como coadyuvante en el tratamiento del insomnio en niños con trastornos nuerospicológicos en los que ha demostrado ser altamente eficaz, como pro ejemplo el trastorno del espectro autista, el síndrome de piernas inquietas o la parálisis cerebral infantil. Si crees que puede ayudar a tu hijo por sus circunstancias especiales, coméntaselo a ti pediatra y/o neurólogo infantil.

No queremos dejar la ocasión de que sigáis en Twitter a Fernando Martín, uno de los neurólogos infantiles que más habla del sueño en la infancia y que, como en este hilo de aquí abajo, aborda el tema de forma magistral.

Once consejos para que los niños duerman bien

El sueño, o la falta de él, es una de las grandes preocupaciones de los padres con niños pequeños, sobre todo cuando éstos dejan de ser bebés. En la gran mayoría de los casos, más que un trastorno real, simplemente no se cumplen las expectativas de los padres respecto a cuánto deben dormir sus hijos. Esto puede suponer peleas y disputas en el entorno familiar que hagan tambalear hasta los cimientos de la familia más sólida, a pesar de que los niños se levanten a la mañana siguiente como una flor y rindan al 100% durante todo el día.

En este sentido, de lo que más se quejan los padres es de que sus hijos se acuestan más tarde de lo que a ellos les gustaría, es decir, les cuesta quedarse dormidos, y de que se despiertan muchas veces por la noche.

Una de las cosas que podemos hacer los pediatras para mejorar los hábitos de sueño de estos niños es dar unas indicaciones sobre qué prácticas han demostrado ser válidas, lo que se conocen como «higiene del sueño», vamos con ello.

  1. Establece una hora para que los niños se vayan a dormir y acompáñala de unas rutinas previas. El cuerpo humano se acostumbra a unos horarios que se repiten cada 24 horas por lo que es muy adecuado que los niños se acuesten sobre la misma hora todos los días. Además, si desde unas horas antes de que el niño se vaya a dormir realizamos unas rutinas tranquilas (cena, baño, cuento…) su cuerpo entenderá que ha llegado la hora de desconectar y será más fácil que se quede dormido.
  2. Los fines de semana, la hora de acostarse y levantarse debe ser similar a la de los días de colegio, como mucho con una hora de diferencia. De esta forma será más fácil volver a las rutinas los días de diario y el niño se encontrará más seguro respecto a la hora de irse a dormir cuando llegue el lunes.
  3. Las horas previas a la hora de acostarse deben ser tranquilas. Deben evitarse actividades de alta energía antes de irse a la cama como juegos de ordenador, televisión, tablets, juego brusco o actividades muy estimulantes.
  4. Los niños no deben acostarse con hambre. Algo adecuado es un poco de leche o fruta. Se deben evitar las comidas copiosas entre una y dos horas antes de irse a la cama ya que pueden interferir con el sueño normal del niño.
  5. Evitar bebidas que contengan cafeína como los refrescos de cola, el café, el té o el chocolate antes de la hora de dormir. No parece muy aconsejable que una bebida que contiene un estimulante sea lo último que beba un niño antes de dormirse, ¿no?
  6. Durante el día, los niños deben jugar al aire libre y realizar ejercicio físico de forma rutinaria. Para que la melatonina, la hormona que regula el sueño, se segregue de forma adecuada por la noche, los niños deben jugar con luz natural durante el día. Si eso lo acompañamos de alguna actividad física regular, el éxito está asegurado. Así que ya sabéis, todos los días un ratito de parque.
  7. Evita las siestas muy prolongadas y aquellas que tienen lugar más allá de las cinco de la tarde. Hasta los dos años de edad los niños suelen hacer dos siestas al día (una por la mañana y otra por la tarde). A partir de esta edad, suelen mantener la siesta de la tarde incluso hasta los cinco años. Llegados a esta edad, la siesta puede influir de forma negativa en el sueño nocturno.
  8. La habitación donde duerme un niño debe ser tranquila, mejor si está a oscuras y sin ruido. Para los niños que tienen miedo a la oscuridad es aceptable una luz de muy baja intensidad para que, en el caso de que se despierten a media noche, ésta no sea un motivo para que se desvelen.
  9. La temperatura de la habitación donde duermen los niños debe ser confortable, ni muy fría ni muy calurosa. Unos 20-21ºC es una temperatura muy adecuada.
  10. El cuarto donde duerme el niño no debe usarse, en la medida de lo posible, ni para el juego diurno ni para los castigos. Es importante que los niños interioricen desde pequeños que la cama y su cuarto son para dormir y no para jugar o realizar cualquier otra actividad.
  11. Evita que tus hijos utilicen aparatos electrónicos (móviles, tablets, ordenadores…) en la última hora antes de acostarse y mantén estos aparatos fuera de su habitación. Muchos niños adquieren lo mala rutina de consultar redes sociales una vez que se han ido a dormir o de necesitar que la televisión esté encendida para dormirse. Esto hábitos son mas fáciles de controlar si ninguno de estos dispositivos está en su habitación.

La gran mayoría de estos consejos son aplicables desde los 6 meses de edad, momento en el que el ritmo circadiano de los niños está establecido y regulado y empiezan a dormir mejor. Por ello merece la pena empezar a utilizarlas desde que son pequeños.

Si tus hijos duermen mal y has decidido poner estas indicaciones en práctica has de saber que, aunque mejoran la calidad del sueño de los niños, los resultados se ven con el paso del tiempo y siempre asociados a una cultura del sueño que debe seguirse durante las 24 horas del día.

Por otro lado, es posible que muchas (o todas) de estas cosas ya las hayas intentado en casa y tus hijos sigan durmiendo mal. En estos casos, el mal dormir se suele asociar ciertas conductas que el niño asocia con el hecho de quedarse dormido, como por ejemplo el acunamiento en niños pequeños, la presencia de los padres en la habitación, necesitar muuuuchas canciones para que el niño se quede tranquilo o cualquier otra rutina que se asocie con ese momento. No pasa nada por que tú como padre o madre las sigas permitiendo, sin embargo, hasta que el niño no se acostumbre a dormirse solo es difícil que desaparezcan esas rutinas de vuestro «protocolo» para que el niño se duerma.

Por último, la gran mayoría de los consejos que has podido leer son aplicables tanto a niños como a adultos, así que ya sabes: si duermes mal ya sabes por donde debes empezar.

Pesadillas y terrores nocturnos: las parasomnias de los niños

Una de las cosas que más preocupa a los que somos padres es el descanso de nuestros hijos. Lo que ocurre entre las nueve de la noche y las nueve de la mañana, cuando el sol ya se ha ido, se magnifica hasta limites insospechados. Y no es para menos ya que, por un lado, durante esas horas los niños descansan de su activad frenética diaria y, por otro, a los adultos nos regalan unas horas en las que podemos bajar el ritmo al que nos someten esos pequeños monstruitos.

Sin embargo, la gran mayoría de los padres se dan cuenta al tener hijos que duermen peor de lo que esperaban antes de tenerlos. En ocasiones se debe a que se despiertan mucho por la noche y reclaman una caricia o un beso, porque tienen miedo o porque quieren un vaso de agua o ir al baño. Estas alteraciones del sueño son muy habituales en los niños y, en la gran mayoría de los casos, no suponen más que un problema para el descanso familiar sin que realmente se las pueda considerar un trastorno.

Mención a parte merecen las parasomnias, que se definen como experiencias no deseadas que acontecen durante el sueño, como pueden ser los terrores nocturnos, las pesadillas o el sonambulismo, siendo la edad preescolar (niños de 2 a 6 años) la etapa de la vida en la que son más frecuentes. Se las considera un trastorno benigno que mejora con el paso del tiempo aunque pueden tener un impacto negativo tanto en el niño como en sus padres. Son tan frecuentes que se calcula que casi 9 de cada 10 niños de entre 2 y 6 años ha padecido alguno tipo de estos episodios alguna vez.

Por ello, merece la pena repasarlas para que las conozcáis por si llega el momento de enfrentaros a ellas o por si, por desgracia, las vivís habitualmente con vuestros hijos.

Tipos de parasomnias

Sin entrar en términos o explicaciones complicadas, durante el sueño, o mejor dicho, durante cada ciclo del sueño, la actividad cerebral se va modificando y adquiere un patrón determinado dando lugar a las diferentes fases del sueño que seguro que conocéis: la fase REM y la fase NO-REM.

Dependiendo de en qué fase del sueño se produzcan, las parasomnias se pueden clasificar en tres grupos: los trastornos del arousal, las parasomnias asociadas al sueño REM y otras parasomnias. Como las carácterísticas de las distintas fases del sueño son diferentes, suele ser fácil reconocer cada una de las parasomnias ya que la clínica que presentan durante el episodio es diferente de unas a otras.

Trastornos del Arousal o Prasomnias del sueño No-REM

Este tipo de parasomnias ocurre durante la fase No-REM del sueño y se caracterizan por una percepción alterada del entorno (el niño parece que delira o dice cosas sin sentido), el paciente no está paralizado (es decir, el niño se mueve y puede hablar) y, habitualmente, no recuerda lo que ha ocurrido. Como ocurren durante la fase NO-REM del sueño, suelen observarse en el primer tercio de la noche.

Aunque el mecanismo por el que ocurren es desconocido, hay una serie de factores que pueden influir en su aparición. Algunos de ellos son el haber dormido poco, la fiebre o padecer un proceso infeccioso, el estrés o tomar algún tipo de fármacos, como los antihistamínicos. Además, hay cierta predisposición familiar a padecerlos.

Dentro de este grupo de parasomnias encontramos tres tipos diferentes que a menudo son difíciles de diferenciar entre sí:

1. Terrores nocturnos

Es la parasomnia más frecuente y su pico máximo de afectación se da entre los 5 y 7 años de edad.

Durante estos episodios el niño parece que está despierto con mucho miedo, gritando e intentando defenderse de una amenaza tal como monstruos, arañas o serpientes. Pueden acompañarse de sudoración y taquicardia así como enrojecimiento facial.

Si tratamos de despertar al niño nos resultará prácticamente imposible o el niño nos responderá de una manera confusa e inconexa. Ceden al cabo de varios minutos de forma brusca sin que el crío recuerde el episodio a la mañana siguiente.

2. Despertares confusionales

Son episodios similares a los terrores nocturnos pero, en este caso, el miedo no domina el episodio. Lo que ocurre es que el niño se despierta parcialmente desorientado y confuso pudiendo estar con los ojos abiertos. Durante el episodio, el niño suele adquirir conductas inapropiadas y se resiste a que los padres le consuelen.

Como ocurre en los terrores nocturnos, por mucho que lo intentemos no conseguimos despertar al niño y a la mañana siguiente no recuerda lo sucedido. Su duración suele ser de 5-20 minutos y ocurren a edades algo más tempranas, 2-5 años.

3. Sonambulismo

De forma similar a los dos anteriores, el sonambulismo se caracteriza por un despertar parcial que evoluciona hacia conductas complejas y deambulación por la casa sin un rumbo fijo. A diferencia de los terrores nocturnos o los despertares confusionales, el niño está tranquilo y no presenta miedo. Pueden prolongarse durante unos minutos y, al igual que los anteriores, los niños no los recuerdan a la mañana siguiente.

El gran problema del sonambulismo es que el que los sufre puede ser víctima de un traumatismo al caerse por las escaleras o tropezar con algún mueble.

«Tratamiento» de las parasomnias asociadas al sueño No-REM

Lo más importante es que los padres entiendan que este tipo de episodios son benignos y no influyen en el día a día de los niños, por lo que la tranquilidad durante el episodio es lo más importeante. Habrá que tomar la medidas oportunas para que el niño no se golpee durante el tiempo que duren estos episodios haciendo el entorno seguro para él.

Durante el episodio no debemos tratar de despertar al niño o intentar consolarlo ya que, además de no servir para que la intensidad del mismo disminuya, el evento podría prolongarse. Por las misma razones, tampoco hablaremos con ellos. Esto que os pedimos es lo que más suele costar a los padres con niños con este tipo de parasomnias, pero os podemos asegurar que es por su bien.

Lo que sí se puede hacer para mejorar las parasomnias es mantener una buena higiene del sueño en nuestros hijos ya que se ha comprobado que esto disminuye la aparición de los episodios. Además, en caso de que éstos sean muy frecuentes y ocurran siempre a la misma hora, podemos programar un despertar a una hora determinada para evitar que el niño entre en esa fase del sueño en la que se producen estas parasomnias.

Aunque existe medicación que puede hacer disminuir la frecuencia e intensidad de estos episodios, debe reservarse para aquellos en los que se altera de verdad la dinámica familiar o existe peligro físico y, en todo caso, deben ser pautado por un especialista.

Parasomnais asociadas al sueño REM

El sueño REM ocurre un poco más avanzada la noche por lo que estos episodios suceden algo más tarde de lo que ocurren los terrores nocturnos. Durante el sueño REM existe una parálisis completa muscular, no existe movimientos, salvo el de los ojos (lo que las diferencia de las asociadas al sueño No-REM) y, además, el niño recuerda lo sucedido. Existen varios tipos, aunque son las pesadillas las más conocidas y frecuentes.

Pesadillas

Las pesadillas son sueños desagradables en las que sentimientos como el miedo, la rabia o la ansiedad se entremezclan. A diferencia de los terrores nocturnos, el niño se despierta de inmediato tras la pesadilla recordando lo sucedido. También, dado que se producen durante la fase REM del sueño en la que no existen movimientos musculares, no deberíamos sospechar que el niño está sufriendo una pesadilla hasta que se despierte.

Son muy frecuentes en niños en torno a 3 años (hasta un 30%) y pueden estar desencadenadas por traumas o experiencias negativas anteriores. En estos casos sí que conviene consolar al niño tras el episodio y, como cualquier padre o madre haría, intentar no asustarlo con cosas que puedan impactarle en su día a día ya que éstas podrán desencadenarlas. Al igual que en los trastornos anteriores, una buena higiene del sueño puede hacer que disminuyan este tipo de episodios.

Diagnóstico diferencial

Como habéis podido leer, es fácil diferenciar un terror nocturno de una pesadilla si nos fijamos en las características de cada uno de ellos, ya que, en la gran mayoría de los casos, no suele necesirarse ninguna prueba complementaria para poder diagnosticar qué tipo de parasomnia ha sufrido el niño.

Por otro lado, en raras ocasiones los niños presentan movimientos durante el sueño que no somos capaces de clasificar como una parasomnia concreta. En estos casos, un video casero realizado por vosotros suele ayudar al pediatra a hacer un diganóstico.

Si aún con ello sigue existiendo la duda de que se trate de una parasomnia, vuestro pediatra os debería derivar al especialista (el neurólogo infantil) por si pudiera tratarse de alguna otra enfermedad como la epilepsia. En este caso si que se requieren pruebas como un estudio del sueño o un electroencefalograma.


Como padres de niños pequeños que somos, sabemos lo desagradable que puede ser enfrentarse a un niño que grita con miedo por la noche al no saber cómo actuar en ese momento. Esperamos que con esta entrada podáis afrontar mejor esos momentos que todos hemos sufrido.