Hemangioma infantil o nevus en fresa, ¿qué es lo que tiene mi bebé?

Seréis muy pocos a los que no os ha llamado la atención ver alguna vez a un bebé que desde bien pequeñito presenta una mancha abultada roja y brillante en alguna parte de la cara, si es que ese niño no era vuestro propio hijo. Estas manchas que aparecen sobre todo en la cara y el cuello, aunque no es raro que aparezcan en cualquier parte del cuerpo, se conocen como hemangiomas infantiles o «manchas en fresa». Dada la gran frecuencia con la que vemos este tipo de lesiones en consultas de pediatría nos hemos animado a escribir sobre este tema, esperamos que os guste y resulte de utilidad.

¿Qué es un hemangioma infantil?

Un hemangioma es un tumor benigno de los vasos sanguíneos superficiales de la piel que típicamente crece mucho en los primeros meses de vida. Al nacimiento puede pasar inadvertido ya que aparece como una mancha pálida y plana, pero que al cabo de unos días o semanas empieza a crecer muy rápidamente hasta convertirse en un «bulto de color rosa brillante» que estabiliza su crecimiento hacia los 9 meses. Este aspecto tan característico que realmente se parece a una fresa es el causante de que los hemangiomas en muchas ocasiones se les denomina «nevus en fresa». Este tipo de lesiones cutáneas son más frecuentemente en niñas, en niños prematuros o con bajo peso al nacer. La cara y el cuello son las zonas más frecuentes en las que suelen aparecer, aunque tampoco es raro que aparezcan en otras regiones como el tórax o los glúteos. Cuando el hemangioma tiene su origen en una zona mas profunda de la piel, no vamos a observar un mancha fresa, sino más bien una región blanda, abultada y de tonalidad azulada que también va a crecer de forma considerable en los primeros meses de vida.

Típico hemangioma en el que se puede observar como la lesión cutánea adquiere el aspecto de la piel de una fresa.

¿Qué puedo esperar cuando diagnostican a mi hijo un hemangioma infantil?

Al alta de la maternidad es habitual que todavía no tengáis un diagnóstico ya que como os hemos contado al inicio de este texto, al nacimiento es frecuente observar tan solo una manchita pálida que fácilmente puede pasar desapercibida durante las primeras exploraciones que realizamos al recién nacido (tanto en el hospital como en las primeras visitas al pediatra del centro de salud). Sin embargo, al cabo de unos pocos días esa marchita empezará a crecer en tamaño y se coloreará de un rosa brillante que la hace muy fácil de identificar. Aunque algunos estéis pensando que estos tumores no pueden ser tan frecuentes como para dedicarles un post entero en un blog de divulgación general como este, los hemangiomas son los tumores benignos más frecuentes en la etapa neonatal y del lactante, llegando a afectar a uno cada diez bebés. Dada su frecuencia y apariencia característica el diagnóstico suele ser sencillo para cualquier pediatra en consulta. Nuestra labor en ese momento consiste en explicar a los padres todo lo que necesitan saber sobre esta enfermedad: carácter benigno, evolución esperada y la necesidad o no de tratamiento o de derivación al dermatólogo, cosa que no siempre es necesaria. La evolución de los hemangiomas es muy típica, defirenciandose claramente tres fases muy bien definidas en el tiempo:
  • Fase proliferativa: en primer lugar se aprecia crecimiento del hemangioma, en ocasiones mucho, hasta los 9 meses de vida aproximadamente.
  • Fase de estabilización: en la que el tumor ya no crece más pero tampoco veremos cambios en su aspecto.
  • Fase de regresión: por último, hacia los 10-15 meses, empezaremos a observar como el hemangioma se va desinflando poco a poco hasta quedarse pálido y, en la mayoría de los casos (aunque no en todos), desaparecer por completo o ser casi inapreciable a la vista. En muchas ocasiones, cuando se inicia esta fase de regresión podemos observar como el hemangioma adquiere en el agua zona un color que cambia del rosa al gris.

¿Es necesaria siempre una valoración por el dermatólogo?

Pues como todo en medicina, depende. Vayamos por partes. Como hemos dicho, cualquier pediatra con un poco de experiencia no suele tener problemas para llegar al diagnóstico debido a que los hemangiomas son muy frecuentes y tienen unas características muy típicas. En el caso de que el niño solo tenga un hemangioma, sea de pequeño tamaño y se encuentra en una zona en la que al crecer «no produce problemas» (como suele ser la frente, la barbilla, el tronco y las extremidades), la derivación al dermatólogo no es necesaria. Como es obvio, el seguimiento estrecho sí que es necesario durante los tres primeros meses de vida para comprobar que realmente todas las características de antes mencionadas se siguen cumpliendo, cosa que va a ocurrir en la mayoría de las ocasiones. En caso de que el niño tenga múltiples hemangiomas, presenten una gran extensión, sangren con facilidad o estén cerca del ojo, de la boca, del cuello o de la región perianal (que son las localizaciones en las que el crecimiento puede producir complicaciones) deberemos derivar al paciente sin demora al dermatólogo infantil.

Ya que tiende a desaparecer de forma natural, ¿el hemangioma infantil necesita algún tratamiento?

Como habréis podido intuir del apartado anterior, siempre que los pediatras derivemos a un niño al dermatólogo infantil será porque muy probablemente haya que hacer algo más que esperar a que el hemangioma se resuelva solo. Habitualmente los hemangiomas con extensiones muy grandes y los que se localizan en las zonas antes mencionadas es necesario tratarlos. Un ejemplo típico son los hemangiomas que se localizan en los párpados, ya que con el paso de las semanas la lesión cutánea podría ser capaz de impedir la apertura del ojo y con ello producir problemas en la visión del bebé. Otro ejemplo que se entiende bien son aquéllos que se localizan cerca de la boca, los cuales podrían dificultar la alimentación. Finalmente, los hemangiomas que creemos que pueden tener consecuencias estéticas importantes (y derivadas de ellas consecuencias psicológicas) tanto para el niño cuando se haga mayor como para sus padres, son otro de los ejemplos en los que el tratamiento médico está indicado. En todos estos casos el dermatólogo valorará la necesidad de tratar el hemangioma. Algunos pensaréis que al tratarse de un tumor el tratamiento debe ser quirúrgico. Nada más lejos de la realidad. Desde hace años sabemos que los hemangiomas responden bien al tratamiento médico con betabloqueantes (el propranolol y el timolol son los más frecuentes), un grupo de fármacos que pueden administrarse tanto por vía oral como por vía tópica (se emplea uno u otro en función de tipo de lesión), induciendo la regresión de la lesión de manera más temprana que si hubiéramos esperado a la evolución natural. En alguna ocasión la aplicación de láser sobre la lesión podría ser también necesaria.
En resumen, el hemangioma infantil es una patología muy frecuente en las consultas de pediatría que por suerte, y a pesar de lo espectacular de algunos casos concretos, la mayoría de las ocasiones no requiere tratamiento y se resolverá por sí solo con el paso del tiempo. Solo en casos seleccionados en los que la evolución puede ser complicada es necesaria la derivación al dermatólogo infantil para que valore si el hemangioma es candidato a tratamiento médico.
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Bibliografía:

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NOTA: las imágenes incluidas en este post han sido extraídas de la la base de datos DermNet NZ, la cual autoriza su uso bajo una licencia CC BY-NC-ND 3.0 NZ.

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