Alimentos con alto riesgo de atragantamiento

La muerte de un niño es siempre un acontecimiento trágico, pero todavía lo es más cuando se podría haber evitado. Este es el caso de la mayoría de los atragantamientos, los cuales se producen en circunstancias en las que el niño intenta tragar algo que no ha podido masticar bien y que le acaba obstruyendo la vía aérea. Sin duda alguna esta situación es de las que más pánico genera a lo padres, sobre todo cuando toca iniciar la alimentación complementaria y los niños empiezan a probar cosas distintas a la leche.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en el 2018 (último año con datos actualizados) fallecieron en España dos niños menores de 14 años a causa de un atragantamiento con algún tipo de alimento, lejos de los 166 adultos que fallecieron por este mismo motivo. Está claro que esta cifra es el último eslabón dentro de una cadena en la que el desenlace no siempre es fatal, ya que muchos niños se atragantan todos los días y no les pasa nada, aunque en algunos casos sí que es es necesario que sean atendidos de urgencia por especialistas para que les extraigan ese trozo de alimento que fue a alojarse a la vía respiratoria y que obstruía parcialmente la entrada de aire al pulmón.

Estos datos ponen de manifiesto dos cosas. Por un lado tranquiliza saber que esta tragedia ocurre en niños de forma muy poco frecuente, pero por otro refuerza la idea de que debemos seguir informando a los padres para que eviten situaciones que ponen en peligro a sus hijos. En este post encontrarás información útil sobre los atragantamientos y sobre qué alimentos se deben evitar en niños pequeños.

¿Qué es un atragantamiento?

La definición de atragantamiento es muy sencilla: falta de aire que se produce por la obstrucción de la vía aérea por algo, ya sea un alimento, algún líquido, un objeto o los propios jugos gástricos que regresarían a la boca tras el vómito.

El caso es que el cuerpo humano es caprichoso y la vía digestiva (desde la boca hasta el ano) y la vía respiratoria (desde la nariz y la boca hasta los alveolos del pulmón) tienen en común una parte: la faringe. Esta zona anatómica es un cruce de caminos ya que al final de ella hay una bifurcación para la vía aérea (dando paso a la laringe) y otra para la digestiva (continuando hacia el esófago). Lo habitual es que la comida pase por la faringe y de ahí al esófago sin mayores problemas, pero en ocasiones puede equivocarse y pasar a la vía aérea desencadenando un atragantamiento. Cuando éste se produce el cuerpo pone en marcha una serie de mecanismos para volver a mandar hacia la faringe aquello que ha tomado el camino equivocado y provoca la obstrucción.

Dibujo en el que se observa como la faringe es el «cruce de caminos» antes de separarse en esófago y laringe (en amarillo).

El mecanismo principal de defensa que se desencadena con un atragantamiento es la tos. Gracias a ella el pulmón manda aire de su interior de forma rápida y con mucha fuerza hacia arriba, lo que en la gran mayoría de los casos es suficiente para que lo que ha provocado el atragantamiento vuelva a la faringe. Casi siempre esa obstrucción se resuelve con un par de tosidos, pero ante un niño que comienza súbitamente con tos mientras come y no se le pasa al cabo de unos minutos debemos sospechar que se ha atragantado y que no ha conseguido expulsar hacia fuera aquello que obstruye la vía aérea; en estos casos debemos acudir sin demora a Urgencias (o llamar al 112, según la situación de emergencia) para que evalúen al niño.

Por otro lado, cuando la comida se detiene en la faringe antes de tomar el camino hacia el estómago, el mecanismo que puede desencadenarse en un atragantamiento es la nausea y la regurgitación. Esta obstrucción también puede provocar falta de aire si el niño no es capaz de devolver la comida a la boca o tragarla definitivamente. Por lo general cuando el niño se da cuenta que el alimento no pasa porque es muy grande lo regurgita de nuevo a la boca mientras a los padres se nos pone cara de angustia presenciando la situación.

Hasta los seis meses de vida la recomendación es que los niños tomen solo leche ya que ésta es capaz de cubrir sus necesidades nutricionales. A partir de esa edad toca introducir alimentos nuevos (ya sean enteros o triturados) por lo que el riesgo de atragantamiento aumenta. Siempre y cuando se cumplan una serie de condiciones a los niños se les pueden ofrecer sólidos desde los seis meses de vida, como es el caso de los niños que practican Baby Led Weaning, o como recomienda la Asociación Española de Pediatría un buen momento para iniciar el contacto con los sólidos en aquellos que toman triturados es hacia los 10 meses y nunca más tarde de los 15 meses, ya que aumenta el riesgo de aversión a texturas.

También hay que tener en cuenta que en ocasiones el niño se atraganta porque mientras come coge aire con fuerza, lo que puede impulsar la comida hacia el pulmón aunque no se hubiera iniciado la deglución. Muchas veces esto se produce cuando el niño se asusta o se pone a llorar. Por ello, durante la comida debemos evitar gritar a los niños o asustarles ya que este mecanismo puede producir un atragantamiento incluso en un niño mayor (todavía recordamos a un niño de diez años que llegó a Urgencias con un cáscara de pipa en la tráquea porque se había asustado cuando su padre gritó ¡¡¡¡¡Gooooool!!!!! viendo una final de Champions League por la televisión). Del mismo modo, mientras los niños comen no deben estar jugando, saltando o corriendo alrededor de la mesa.

Teniendo todo esto en cuenta, está en la mano de los que somos padres ofrecer a nuestros hijos una serie de alimentos «seguros» y evitar hasta cierta edad aquellos con «alto riesgo de atragantamiento».

¿Qué alimentos tienen un alto riesgo de atragantamiento?

Si hacéis una búsqueda rápida en Google con las palabras «alimentos atragantamiento niños» encontraréis numerosas webs en las que podéis ver listados con muchos alimentos con los que es fácil que un niño se atragante. Sin embargo, lo que a nosotros realmente nos interesa es que aprendáis a diferenciar qué alimentos son éstos sin que haga falta que recurráis a una de esas listas.

La inmensa mayoría de los alimentos con alto riesgo de atragantamiento cumplen alguna de estas tres características y que hacen que al niño le cueste masticarlos y tragarlos: que sean duros, que sean redondos o que sean muy fibrosos. Vamos analizar cada una de estas características por separado.

Empecemos por la dureza del alimento. El ejemplo más típico son los frutos secos. Como bien sabréis son muy duros e incluso a los adultos a veces nos cuesta masticarlos. Por ello, la recomendación general es que los niños no deben tomar ningún sólido que no puedan aplastar/machacar con las encías o con la lengua contra el paladar. Como tampoco os vais a poner a probar si el niño es capaz de hacerlo, un buen truco para saber si un alimento es duro es utilizar vuestros dedos: si sois capaces de aplastar entre vuestros dedos un alimento es que es lo suficientemente blandito como para que el niño lo mastique con seguridad, incluso aunque no tenga dientes.

La segunda característica que hace que un niño se pueda atragantar con un alimento es que sea redondo, sobre todo cuando tienen piel. El paradigma en este caso son las uvas o los tomates cherry. El motivo por el que los niños se pueden atragantar con alimentos de forma redonda es que pueden dar vueltas en la boca al intentar masticarlos; si no se consigue machacarlos, el niño trataría de tragarlos enteros corriendo el riesgo de que se impacten en la faringe. Si veis que algún alimento es de este tipo es mejor evitarlo.

Las uvas son el típico alimento con alto riesgo de atragantamiento por ser redondas. No se deben ofrecer enteras a los niños pequeños.

Antes de pasar a la última categoría vamos a hacer un paréntesis para hablar de los guisantes (o las lentejas o los garbanzos) ya que muchas veces nos preguntáis por ellos. Es cierto que estos alimentos tienen forma redondeada, pero al cocerlos (que es como suelen comerse en España) quedan muy blanditos y se pueden aplastar fácilmente con los dedos. De hecho, si os da miedo, podéis cocerlos un poco más de los minutos habituales para dejarlos todavía más blanditos. Este es el motivo por el que estos alimentos no están en las listas de los alimentos con alto riesgo de atragantamiento, aunque como también debéis saber el riesgo cero no existe, pero ni con los guisantes ni con ningún tipo de comida.

Por último, quedarían los alimentos que son muy fibrosos. Como ejemplo nos gusta poner a estos tres: el jamón serrano, la piña y las gambas. Este tipo de alimentos nos cuesta masticarlos hasta a los adultos, o por lo menos debemos masticarlos muy bien antes de tragarlos. El problema de los niños es que ellos no saben cuánto tiempo han de masticar la comida fibrosa y cuando lo creen oportuno empiezan a tragar; si todavía era una bola fibrosa de comida cuando toman el camino hacia la garganta es probable que se queden ahí atascados. Así que de nuevo, mejor evitarlos.

Os dejamos aquí una pequeña lista resumen con algunos de estos alimentos para que os hagáis una idea de a qué alimentos en general nos estamos refiriendo:

  • Frutos secos
  • Jamón serrano
  • Caramelos duros y gominolas
  • Uvas
  • Tomates cherry
  • Cerezas
  • Aceitunas
  • Salchichas
  • Patatas fritas
  • Zanahoria y manzana cruda
  • Carnes muy fibrosas
  • Palomitas de maíz

¿Puedo ofrecer estos alimentos a mi hijo de «otra forma»?

Si habéis leído un poco sobre alimentación infantil sabréis que a partir de los 6 meses de edad se pueden dar a los niños prácticamente todos los alimentos que tenemos disponibles en la despensa, incluso los que hemos mencionado con anterioridad siempre y cuando se ofrezcan en unas condiciones que hagan que esas características que hacían que se pudieran atragantar desaparezcan.

Por ejemplo, en el caso de los frutos secos podríamos triturarlos hasta hacerlos polvo de tal forma que se pueden incorporar a un yogur o a la papilla de frutas. De esta forma seguiremos disfrutando de los beneficios que aportan estos alimentos, pero evitando el riesgo de atragantamiento. Otro ejemplo muy típico son las manzanas o las zanahorias; en crudo son muy duras y un niño pequeño podría atragantarse, pero eso no quiere decir que no se puedan ofrecer en forma de puré o papilla o incluso cocidas sin triturar ya que se ponen muy blanditas tras la cocción. De nuevo, lo ideal es que probéis a aplastar el alimento con los dedos a ver si ha dejado de estar duro.

En el caso de los alimentos redondos lo que hay que hacer es cortarlos en trozos, por ejemplo a cuartos. De esta forma las uvas y los tomates cherry tendrían un lado blandito y sin piel que permitiría al niño gestionarlo sin problemas en la boca. Por el contrario, hay algunos alimentos que incluso cortándose siguen siendo de alto riesgo de atragantamiento, como los típicos caramelos duros redondos de toda la vida (éstos en cualquier caso mejor evitarlos).

Muchos alimentos redondos en cuanto los cortas dejan de ser un peligro para que un niño se atragante.

Por otro lado, habrá alimentos fibrosos que siempre podremos triturar para añadir a la papilla o el puré (como la mencionada piña o las gambas), mientras que otros como el jamón serrano va a ser difícil darles salida mientras los niños sean pequeños.

En resumen, basta con poner un poquito de sentido común para saber con qué textura -esta es la clave- podemos ofrecer un tipo de alimento a un niño y cómo debemos cocinarlos para que el riesgo de atragantamiento disminuya.

¿Hasta cuándo hay que evitarlos?

Hasta ahora hemos aprendido qué alimentos tienen alto riesgo de atragantamiento y cómo ofrecerlos a los niños para que ese riesgo disminuya. De todas formas, seguro que muchos ya estaréis pensando que hasta cuándo hay que mantener esta actitud y que cuándo pueden empezar a tomar estos alimentos en su forma original.

La Asociación Española de Pediatría recomienda que este tipo de alimentos se eviten al menos hasta los tres años de edad. También es cierto que otros muchos pediatras elevan esta recomendación hasta los cinco o seis años. En nuestra opinión no hay una frontera clara a partir de cuándo se los podemos ofrecer, y seguramente dependa en buena parte de cada niño.

Por ejemplo, aquellos niños que iniciaron la alimentación complementaria en forma de trozos con Baby Led Weaning desde los 6 meses seguro que están mucho más preparados para masticar una manzana cruda a partir de los tres años que aquellos que tomaron todo en forma de triturados hasta casi los dos años de vida. Esto se explica porque la masticación requiere de un aprendizaje, como el caminar o el saltar, la cuál estará mucho mejor entrenada si llevamos tiempo utilizándola, como es el caso de los niños que tienen contacto temprano con alimentos en forma de trozos. Sin embargo los niños que retrasan la introducción de sólidos más allá de los 12-15 meses necesitarán un periodo mayor de entrenamiento para la toma y el manejo de sólidos dentro de la boca.

Por ello, habrá que valorar de forma individual cuándo empezamos a ofrecer este tipo de alimentos a nuestro hijos, aunque siempre debemos hacerlo bajo nuestra supervisión ya que, como se ha mencionado hace unos párrafos, el riesgo cero de atragantamiento no existe incluso en los mayores de seis años.

Consejos finales en caso de atragantamiento

Si aplicáis los consejos que acabáis de leer es muy poco probable que vuestros hijos se atraganten, o por lo menos que lo hagan de tal forma que tengáis que poner en marcha una serie de medidas para ayudarles a revertir un atragantamiento.

En primer lugar debéis mantener la calma porque, como ya hemos dicho, en la mayoría de las ocasiones la tos suele ser efectiva y por si sola consigue revertir el atragantamiento. En el caso de que no sea así es cuando los padres deben poner en marcha una serie de medidas para desobstruir la vía aérea de sus hijos, además de ponerse en contacto con los servicios de emergencias o acudir al hospital.

Este de aquí abajo es el algoritmo del European Resuscitation Council o lo que es lo mismo, el grupo de expertos que dictamina cómo se deben llevar a cabo las maniobras de reanimación cardiopulmonar, tanto en niños como en adultos.

Nos encantaría poder explicaros todas estas maniobras, pero este texto daría para ser un tratado de medicina muy largo. Sin embargo, os recomendamos que os forméis en primeros auxilios (el tema de los atragantamientos está siempre incluido), ya que nunca esta de más y os puede ayudar en caso de que os topéis con un atragantamiento (sea de vuestro hijo o de cualquier otro niño) o con situaciones similares. Hay muchas organizaciones que ofrecen este tipo de cursos de forma gratuita (como la Cruz Roja), además de que hay muchos recursos online que os pueden servir como primera toma de contacto. En este sentido nos gustaría recomendaros este video de YouTube de nuestra compañera la pediatra Diana Álvarez que en menos de ocho minutos os resume qué debéis hacer en el caso de un atragantamiento de un niño.


Esperamos que toda la información que habéis recibido en este post os sirva para hacer más segura la alimentación de vuestros hijos. A nosotros nos parece que aplicando el sentido común es bastante improbable que los niños sufran un atragantamiento que ponga en peligro su vida; de todas formas, por si habéis leído rápido y en diagonal, os dejamos aquí una frase a modo de resumen que os debéis grabar a fuego para evitar un atragantamiento:

Evitad alimentos duros, redondos o fibrosos por lo menos hasta los tres años


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