¿Cuándo debería cambiar a mi hijo de la cuna a la cama?

Tener un hijo es un huracán de decisiones para las que casi nadie os prepara y que, casi sobre la marcha, habréis de decidir como si de ello dependiera el futuro de toda la humanidad. La mayoría de ellas están influenciadas por el marketing y la publicidad, pero si os paráis a pensar tan solo un segundo, llegaréis a la conclusión de que no todo es tan necesario como te lo venden y que es probable que no haya una solución perfecta para lo que necesita vuestro hijo, por mucho que la vecina del quinto os diga que a ella eso que también le recomendaron le fue de maravilla.

Como bien sabéis, este no es un blog sobre crianza, es un blog sobre salud infantil, así que muchos estaréis pensando que en qué jardín nos estamos metiendo a la hora de hablar de cunas y de cuándo sacar a los niños a la cama. Y tenéis parte de razón. Sin embargo, esta pregunta nos la habéis hecho con frecuencia y nos hemos tomado la libertad de escribir esta entrada desde el punto de vista de padres, pero también como pediatras. Hablaremos de tipos de cunas, de su seguridad, del colecho, de las caídas de la cama…, pero al final, como todo con los hijos, vosotros tendréis que decidir qué hacer con vuestros angelitos cuando os llegue el momento.

Tipos de cuna

Existen miles de cunas diferentes, sobre todo por su tamaño y el uso que se les puede dar. Una ardua investigación (unos tres minutos mirando en Google) nos ha permitido organizarlas en cinco tipos diferentes. Vamos a verlas:

  • Minicuna: normalmente con un tamaño pequeño de unos 80x50cm. Es muy práctica durante los primeros meses de vida ya que cabe en cualquier rincón de la habitación, además se puede trasportar fácilmente de una habitación a otra (a veces tienen hasta ruedas) para que el bebé se eche la siesta en el salón mientras os veis una serie de Netflix. Tienen un problema, suelen quedarse pequeñas pronto y hay que cambiar a una de mayor tamaño al cabo de pocos meses.
Típica «minicuna». Pequeña y fácil de cambiar de sitio.
  • Moises: algo más pequeña que la minicuna (70x35cm), pero más bonita (para el que le gusten las cestas y los lazos), pero en general poco práctica (se quedan pequeñas muy pronto).
Cuna tipo «moises». Una cuna bonita para quien viva apegado al pasado.
  • Cuna «normal»: la típica de toda la vida que guardan los abuelos en el pueblo de cuando éramos pequeños y que no habría inconveniente en reutilizarla. Tienen un tamaño de 120×60 cm y barreras a ambos lados. Además, suelen permitir poner el somier a diferentes alturas para que, a medida que el niño crece, no se escape de su «cárcel» de madera. El problema que tienen es que son bastante más grandes que las minicunas y que casi ninguna se puede convertir en cama (quitando las barreras) cuando el niño se hace mayor, pero te pueden valer para muchos meses/años. Algunas permiten bajar un poco uno de los laterales para que sean más accesibles y así no os rompáis los riñones a la hora de coger al niño.
Cuna «normal». Con sus barrotes para que el niño no se caiga. El colchón/somier se puede poner a diferentes alturas.
  • Maxi-cuna: muy similar a la anterior pero con un tamaño mayor, en general 140x70cm. También permite poner el colchón a diferentes alturas, por lo que se puede usar incluso si el niño es pequeño. Además, se pueden quitar las barreras de los laterales sin que se desmorone y convertirse en una camita pequeña hasta que decidáis comprar una cama de «niño mayor».
  • Las mal llamadas «cunas de colecho»: su nombre más correcto sería «cuna tándem» o «sidecar», porque o el bebé hace colecho (y duerme en la cama de sus padres) o duerme en la cuna (y por tanto no colecha), pero las dos cosas a la vez no son posibles (a no ser que sea alguno de los progenitores el que se meta en la cuna del niño a compartir el lecho con su bebé). Son cunas adosadas con correas a la cama de los padres para que no se separen con uno de los laterales bajado, lo que permite al bebé pasar de la cuna a la cama con cierta independencia, si es que ya se mueve lo suficiente, y a los padres cogerlo sin tener que levantarse, ideales para que toda la familia pueda descansar. Su tamaño es variable, unos 95×60 cm, entre una minicuna y una cuna convencional. Aunque normalmente se anclan a la cama de los padres, también se pueden usar con independencia por lo que son muy prácticas y duran algo más de tiempo que una minicuna.
Típica cuna «de colecho» adosada a la cama de los padres. Tiene un lateral bajado para poder coger al niño con facilidad, pero también se podría usar como una cuna normal (subiendo el lateral) de tamaño algo mayor a una minicuna.

Y ahora que hemos repasado «todos» los tipos de cunas, os toca a vosotros decidir cual queréis para vuestros hijos. Pensadlo con calma, que cada familia tiene unas necesidades y un nivel adquisitivo diferente. No hace falta que el niño pase por todas estas cunas, ni mucho menos. Tened en cuenta que los niños crecen y lo que ahora os parece una maravilla, en tres o cuatro meses puede que haya que cambiarlo (y no solo la cuna, sino toda la ropa de cama, …). Al fin y al cabo, lo que necesita un niño es que lo mimen y no tener todas las cunas del catálogo de la tienda de bebés en su casa. Hasta es una muy buena opción pedirle la cuna a alguna amiga o familiar que haya tenido un bebé hace unos meses y acabe de cambiar de cuna. Lo que sí es importante es que comprobéis que están homologadas (todas las cunas que se venden suelen estarlo) ya que esto garantiza que la cuna es segura para que vuestro bebé duerma sin riesgo, por ejemplo, de quedarse atrapado entre los barrotes.

A veces tendemos a comprar una cuna que se «ajusta» al tamaño del niño cuando esto no es necesario. No pasa nada por que la cuna le quede «grande». De hecho, ¿a quién no le gusta dormir en una cama tamaño kingsize?

En nuestra opinión de padres, una buena combinación es una «cuna de colecho» (por que para por las noches es muy practica, por que es más grande que la minicuna y también por que se puede usar de forma independiente) y luego directamente una «maxi-cuna» (ya que te sirve como una cuna cuando todavía el niño es un bebé, pero se puede trasformar en una cama de un tamaño muy digno más adelante). Pero oye, cada uno que tome su decisión.

¿Y qué pasa con el colchón?

Ahora toca ponerse serio y cambiar el chip de padres a pediatras. Sinceramente, como pediatras nos da bastante igual la cuna que elijáis: haced lo que más ilusión os haga o lo que quede mejor con el color de la habitación donde dormís. Sin embargo, en cuanto al tema del colchón y qué debe haber en la cuna mientras vuestro hijo duerme, los pediatras sí que tenemos mucho que opinar.

La única recomendación oficial por parte de la Asociación Española de Pediatría y la Academia Americana de Pediatría sobre la superficie sobre la que tiene que dormir un niño es que sea firme y que no se hunda para prevenir la muerte súbita del lactante, además de que el colchón se ajuste bien a la propia estructura de la cuna. Así de simple. Un colchón que no sea lo suficientemente blando como para que se deforme con el peso del niño. Eso es lo único importante.

Materiales para colchón hay muchos (espuma, muelles, latex, viscolástica…) y varían mucho de precio de unos a otros. Desde uno «normalito» hasta el tope gama que anuncian las infleuncers de Instagram a bombo y platillo. En el fondo, el material que elijáis da bastante igual ya que ninguno ha demostrado científicamente que mejore respecto a los otros la salud de los bebés. Así que de nuevo, comprad el que más os apetezca, siempre y cuando no se hunda. Sí sería conveniente que tuviera una funda por aquello de que algún día vomiten o se les salga el pis y lo podáis lavar con independencia.

Algunos diréis, «pero es que yo he visto una marca que dice que vende unos colchones que previenen la muerte súbita del lactante y, claro, como no se lo voy a comprar a mi hijo…». Desde luego que estos colchones no son «malos», pero lo importante es que no son mejores que cualquier otro ya que lo que realmente previene la muerte súbita del lactante es que el bebé duerma BOCA ARRIBA sobre una superficie firme, y eso se consigue con cualquier tipo de colchón. Otra vez, mucho marketing detrás de este tipo de cosas…

Así no: bebé durmiendo boca abajo, uno de los factores de riesgo más importantes para el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (Nota: cuando ellos se dan la vuelta solos y se ponen así ya no hay peligro).

Además, también querríamos recordaros que las cunas deben estar despejadas de objetos durante al menos los seis primeros meses de vida (peluches, mantitas de apego y demás). Y por otro lado, la Asociación Española de Pediatría recomienda que los niños duerman en su propia cuna, en la misma habitación que los padres, al menos hasta los seis meses de vida como parte de la prevención de la muerte súbita.

Vale, vale…, pero entonces, ¿cuándo cambio a mi hijo de la cuna a la cama?

Ya os habréis dado cuenta que es muy probable que durante los primeros años de vida de vuestro hijo tengáis que cambiar de cuna para que no parezca una sardina enlatada a medida que crece. Y si habéis sido observadores, todas las cunas están diseñadas con unos elementos de seguridad que impiden que los niños se caigan cuando aprenden a sentarse o a ponerse de pie. Además, muchas permiten ir bajando el somier para que el fondo de la cuna quede más abajo a medida que el niño gana en altura y así impedir que se escape con facilidad.

El quid de la cuestión viene cuando hay que tomar la decisión de cambiar la cuna, esa pequeña cárcel con barrotes de madera que impide que el niño se escape a media noche en busca de una ración extra de galletas de la cocina, por una cama de «niño mayor». Para daros respuesta tenemos dos opciones: la primera como pediatras y la segunda como intento de psicólogos infantiles:

  • En el momento en el que un niño aprende a salirse solo de la cuna saltando los barrotes es mejor pasarlo a una cama bajita. Siempre será preferible que se levante por la noche y os vaya a buscar a la habitación por que quiere dormir con vosotros a que lo intente una vez saltando de la cuna y se pegue un trastazo en la cabeza que os haga ir a urgencias con un brecha en medio de la frente o algo peor. Para algunos será con año y medio, para otros más tranquilos cerca de los tres…, pero al final lo que más os debe hacer tomar esta decisión es la seguridad de vuestros hijos.
  • Y la segunda opción es porque el niño lo pida. Hay niños pequeños a los que no les gusta la cuna, por que tienen hermanos mayores a los que ven ya en sus camas, por que quieren subirse a jugar solos en ese espacio que ya han hecho suyo, por que no quieren sentirse «encerrados» entre los barrotes… Por diversas razones. En estos casos también es adecuado pasarlos a una cama de su tamaño aunque todavía no sepa escarparse de la cuna. Si os da apuro que se caigan porque son muy movidos por la noche, comprad camitas bajas y poned una barrera.

¿Y los que hacemos colecho?

Faltaría hablar de los niños que no duermen en cuna y duermen en la cama de sus padres (sea el motivo que sea por el que lo haya decidido la familia). Si nos seguís, sabréis que tenemos un post sobre cómo practicar colecho seguro que es al fin y al cabo lo que a nosotros como pediatras nos interesa para vuestros hijos. Que cada familia decida cómo quiere descansar.

Mamá y su bebé practicando colecho

Sin embargo, sí que hay una cosa que nos preocupa del colecho. De vez en cuando aparece por Urgencias algún niño que se ha caído de la cama de sus padres al hacer colecho, y como bien sabréis, la altura a la que están los colchones de los adultos es bastante considerable, con el consecuente posible traumatismo craneal de mayor o menor gravedad. Hasta que el niño no se voltee por si solo es difícil que se caiga, pero el ser humano es un animal muy confiado… Y llega el día en el que pones a dormir a tu hijo de ocho, nueve o diez meses en la cama, como lo habías hecho todos los días de su vida al iniciar la noche, y te vas a cenar y descansar de la ardua jornada laboral. Y al rato oyes un golpe y antes de llegar a la habitación ya sabes lo que ha pasado…

En nuestra opinión, si hacéis colecho con niños que pequeños, las camas deben estar a ras de suelo. De nada sirve rodearlos de cojines a modo de barrera. No lamentemos una caída con una lesión grave cuando se podría haber evitado. También podrías poner barreras a las camas done hacéis colecho, pero pasa un poco lo mismo que con las cunas, que llega el día en el que aprenden a saltarlas.

¿Y cuándo dejar de hacer colecho? Pues esta es una decisión que también tendréis que tomar vosotros como familia y en la que los pediatras tenemos poco que opinar. Por ejemplo, en Japón -una sociedad en la que el colecho es un práctica habitual para todas las familias- esperan a que sea el niño el que tome la decisión (hacia el inicio de la primaria coincidiendo con los 6-7 años), pero hay familias que están encantadas y que lo mantienen más tiempo. Aquí que cada uno haga lo que quiera.


Y ya está, no hay que darle más vueltas a lo de las cunas y las camas. Mucho sentido común y seguridad para vuestros hijos.

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Bibliografía:

2 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Od. Luis Marcano

    Hola!

    Pertinentes recomendaciones, y tienen mucha razón al subrayar que hay mucho humo en el on y offline.

    Pasa lo mismo en mi área, la Odontología, los padres no saben cuando empezar a enseñarle a sus hijos cómo cepillarse los dientes, ni qué tipo de pastas dentales usar.

    Pienso que las páginas webs y redes sociales llevadas por profesionales son una excelente alternativa para que el público encuentre respuestas fundamentadas.

    Saludos desde Caracas

    28 junio 2020 | 8:16 pm

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