Casi todos los padres saben que los pediatras dedicamos nuestra vida profesional al bienestar de los niños y, de hecho, muchos se lo trasmiten desde que son pequeños a sus hijos. Sin embargo, otros tantos -y casi todos en alguna ocasión- se empeñan en demostrar a sus retoños que el pediatra es una figura temible a la que es mejor tener miedo y respeto cual monstruo que se aloja bajo la cama de un niño en la impunidad de la noche.
Permítanme repasar con ustedes algunos de los métodos que emplean estos padres para que los puedan poner en práctica en caso de que lo consideren necesario y oportuno.
1. Mienta a su hijo sobre a dónde va antes de acudir al pediatra
Este es uno de los métodos más empleados por su alta tasa de éxito, además es muy fácil de poner en práctica.
Basta con decir al niño al salir de casa que van a ir al parque o que al que atenderán en el hospital es al hermano o a uno de los padres. Los niños pequeños confían profundamente en sus mayores, ya que son las personas que les procuran cariño, cuidados y apego cuando lo necesitan. Si en vez de ir a jugar un rato a los columpios o asistir como expectorares al acto médico en el que se atiende a otro familiar, acaban siendo ellos a los que se les tumba en una camilla con un señor al que no conocen de nada y que utiliza aparatos extraños para mirarles los oídos o la garganta es muy probable que la reacción de rechazo hacia el pediatra aparezca sola.
Y y 2. Amenace a su hijo con un pinchazo en el culo o una analítica de sangre
Si cree que el miedo que siente su hijo por el pediatra no es suficiente, siempre puede amenazarle con que éste, o cualquier otro personal sanitario, le va a pinchar una vacuna o que se le va a extraer una analítica de sangre.
Este método ha resultado infalible para que los niños odien al pediatra: ¿quién querría ser amigo de alguien que lo único que le va a provocar es dolor? Seguro que ninguno.
Pero hay más, ya que esta amenaza se puede emplear no solo cuando el niño esté en el hospital. Un padre avezado podría utilizarla a diario para que sus hijos se conviertan en angelitos a la hora de la cena o para que apaguen la tele a la primera orden sin que de por medio haya una pelea padres-hijos. Basta con un “cómo no te portes bien vamos al pediatra para que te pinche” para que consiga de sus hijos cualquier cosa que usted se proponga, además de empezar a fraguar un odio interior a los pediatras para toda la infancia.
3. No administre ningún medicamento para el dolor a su hijo hasta que sea valorado por un pediatra
Si todo lo anterior no ha surtido efecto, emplear el dolor que siente un niño en el oído a las 3 de la mañana o al tragar desde hace unos días puede ser una estrategia a tener en cuenta.
El procedimiento sería muy sencillo: cuando note que su hijo se queja de algo no le administre ningún analgésico y dígale que será el pediatra el que decida si hay que tratar o no ese dolor. Refuerce esta idea, de esta forma el niño verá al pediatra como una figura autoritaria que será el que tome la decisión de si ese dolor tiene importancia o puede seguir sufriendo, aunque solo sea un poquito. No me cabe la menor duda de que cualquier niño sentiría pavor por ese personaje que es quién decide, a veces incluso de forma sádica, sobre el malestar de los demás.
4. Condicione a su hijo para que piense que el pediatra nunca le va a hacer daño
Crear expectativas a un niño sobre lo que va a ocurrir al ir al pediatra es uno de los mejores métodos para que acabe rechazándolo y le coja miedo.
Si decimos a un niño “nada te va a ocurrir” o “no te va doler”cuando acuden al médico y luego ocurre lo contrario, la asociación mental del niño de miedo y odio hacia el pediatra será instantánea.
Por un lado pensará que los pediatras son unos mentirosos, ya que todos sabemos que, aunque sea poca cosa, eso de ir al pediatra no es algo agradable, máxime cuando una de las cosas que hacemos los médicos es poner encima de una camilla a los niños sin preguntar, mirarles los oídos mientras otro los sujeta o usar un palito para mirar la garganta y ver si tienen anginas. Pero además, es muy probable que piensen que el pediatra es alguien malo porque no cumple las expectativas que se habían creado con lo prometido por sus padres. El pediatra como farsa.
La conjunción del pediatra como una figura a la que tener miedo junto con aquella que no cumple sus expectativas es el cocktail perfecto para que nos odien un poquito más si cabe.
5. Prometa a su hijo que el pediatra le dará un regalo si se porta bien
Este método puede resultar paradójico. En la mayoría de los casos provocará el efecto contrario al deseado y el niño saldrá de la consulta con un regalo, ya sea un palito o una pegatina, y con una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, en otro muchos casos puede provocar falsas esperanzas que acaben convirtiéndose en lagrimas y odio hacia la figura del pediatra.
Porque quizá el pediatra ese día no tenga pegatinas o piense que el niño es muy pequeño para darle un palito o, simplemente, esté muy atareado como para rebuscar por toda la consulta para que el niño se lleve una recompensa. Si por un casual se da esta situación, cualquier niño odiaría a ese pediatra egoísta que no ha podido satisfacer las promesas que le hicieron sus padres.
6. Diga a su hijo que el pediatra ha sido malo
Así, sin paños calientes. Emplee esta táctica justo después de que el pediatra haya explorado al niño. No hay nada como decir a un niño algo como para que se lo crea. Si en vez de decirle que el médico es bueno y que está intentando que el niño se cure, se le dice que el pediatra es malo, el éxito está asegurado para que el odio hacia nosotros corra por su venas.
Imaginad la escena. Niño de 2-3 años con dolor de oído en Urgencias que esta llorando junto con la incertidumbre de qué le van a hacer. Si después de que el pediatra le mire los oídos, uno de los padres para intentar calmarle le dice “es que el médico ha sido muy malo”, les puedo asegurar que la próxima vez que vayan al hospital, aunque solo sea para ir a ver a un familiar, el miedo de los niños hacia los médicos se verá reflejado en sus ojos.
7. Acuda al pediatra aunque no sea necesario
Si todo lo anterior no ha surtido efecto, éste será el método definitivo para culminar el proceso con el que sus hijos acaben odiando profúndamente al pediatra.
La idea es muy sencilla: busquen cualquier síntoma o signo, por leve que sea, y acudan de inmediato a Urgencias. Da igual que sea una picadura de un mosquito, un estreñimiento de 2 días de evolución o un leve dolor de garganta. Lo importante es que sus hijos se den cuenta de que están acudiendo al médico de forma urgente sin un motivo realmente importante. Ellos, que en la gran mayoría de las ocasiones son más listos que nosotros, entenderán que eso de acudir a Urgencias sin motivo, en vez de esperar al día siguiente para acudir con cita al Centro de Salud a ser valorado por su pediatra de confianza, no tiene sentido. Esto a la postre generará rechazo nada más pensar en el pediatra. Por cierto, si esas visitas son por la noche con el niño medio dormido, mejor que mejor.
Vamos a ir acabando, con todo lo que han podido leer hasta ahora tendrán ustedes material más que suficiente para conseguir que sus hijos odien al pediatra. Seguramente haya más métodos, incluso algunos mejores de los aquí mencionados, pero les puedo asegurar que si usan éstos de manera combinada, el éxito en la tarea de que sus hijos nos tengan miedo está asegurada.
Este post está inspirado en el artículo periodístico “Nueve formas de enseñar a los niños a odiar la lectura” de Gianni Rodari, maestro, pedagogo y periodista, publicado en 1960 en el periódico Il giornale dei genitori.