El mejor termómetro para la fiebre

Si hiciéramos una lista con los motivos de consulta en Urgencias más frecuentes de los padres sobre la salud de los niños, uno de los que ocuparía los primeros puestos, sino el primero, sería esa «fiebre que no baja» y que tantas noches les deja en vela buscando el mejor remedio para devolver a sus hijos a los 36ºC. En esos caso, es importante tener un «buen termómetro» para saber cuándo ha llegado el momento de administrar de nuevo un antitérmico.

Supongo que si has entrado a este post es porque estarás interesado en encontrar información sobre cuál es ese supertermómetro y si el que tienes en casa es lo suficientemente bueno. Perdóname de antemano por haber puesto un título tan sugestivo pero he querido captar tu atención para que realicemos juntos una reflexión sobre qué es la fiebre y cómo debes actuar en función de cómo se encuentre tu hijo y de cuál es la temperatura en ese momento.

En este post, sobre todo encontrarás preguntas y quizá, después de reflexionar sobre ellas, alguna que otra respuesta. Lo que sí te aseguro es que seguirás con las mismas dudas sobre qué termómetro debes comprar para tener en casa.

«Es que a mi hijo no le baja la fiebre»

Da igual que un niño tenga un año de vida o que ya esté cerca de la adolescencia, si empieza con fiebre, aunque el proceso sea banal, como esa fiebre no baje al darle un antitérmico, a los padres se les encienden las alarmas y piensan que a sus hijos les pasa algo grave. Tal es así que he llegado a ver padres que apuntan cual es la temperatura de sus hijos cada 5 minutos una vez que les han administrado algo para bajarla.

Este es un error de concepto muy importante. Cuando administramos un antitérmico a un niño lo que realmente estamos buscando es que se encuentre mejor, es decir, que el disconfort que genera la fiebre mejore o desaparezca. Esto puede acompañarse de una bajada de temperatura pero en otras ocasiones el termómetro no se moverá ni un grado.

Sin embargo, en muchas ocasiones la fiebre no termina de bajar pero el niño se encuentra claramente mejor y deja de estar tan mimoso. Solo con eso, ya habremos conseguido el objetivo principal que buscamos al tratar la fiebre. Si ademas la temperatura baja, pues mejor que mejor.

No me cansaré de decirlo una y otra vez cuando me pregunten los padres en Urgencias: prefiero mil veces ver a un niño con 40ºC al que no le baja la fiebre pero que corre por la sala de espera que a uno al que la fiebre le baja estupendamente pero que está tiradillo en la camilla.

Por ello, no tiene sentido apuntar en un papel cada 5 minutos la temperatura de un niño ya que lo que realmente importa es el estado general y no tanto lo que marca el termómetro.

Entonces, ¿cuándo debo tratar la fiebre de mi hijo?

Esta es la gran pregunta que se debería hacer todo padre cuando ve que su hijo está caliente y el termómetro marca más de 38ºC.

Si tenemos en cuenta que la fiebre es un mecanismo de defensa del cuerpo con el que se consigue, entre otras cosas, que los virus se repliquen más lentamente, no deberíamos empeñarnos en bajar la fiebre de los niños a toda costa.

Lo que deberíamos hacer es valorar cómo se encuentra el niño con esa elevación de temperatura para decidir si administramos un antitérmico o espermos un rato. En algunos casos, tu hijo estará con 38,2ºC y durmiendo plácidamente y en otros, con los mismos 38,2ºC, se encontrará como si le hubiera pasado un camión por encima. Parece evidente que en el primero de los casos el antitérmico puede esperar y, por el contrario, en el segundo está más que justificado.

Algo parecido pasa con esa fiebre que no termina de bajar. Pongamos que partíamos de 39,5ºC y que a las 2-3 horas del antitérmico el niño está con 38,4ºC pero saltando en el sofá y pidiendo gusanitos. Vale que no le ha terminado de bajar la fiebre, pero está más que claro que el niño se encuentra mucho mejor. ¿Tendríamos que dar algo para esa fiebre que no termina de bajar? Sinceramente, creo que no.

Y si no hay fiebre, ¿puedo dar un antitérmico a mi hijo?

Después de todo lo que has leído, espero que hayas entendido que lo más importante es tratar el estado general del niño y no tanto el «número» que marca el termómetro.

La fiebre está provocada por unas moléculas que se llaman interleukinas que son segregadas por las células que nos defienden de las infecciones. Pero además, hay otras muchas moléculas que, sin provocar fiebre, pueden dar lugar a que el niño no se encuentre bien, es decir, como si tuviera fiebre pero sin tenerla. En estos casos también estaría indicado administrar paracetamol o ibuprofeno ya que lo que estamos buscando es que el niño mejore el estado general y ese es el papel principal de los antitérmicos. Es verdad que a los pediatras nos gusta saber a cuánto ha llegado el termómetro, pero nos gusta mucho más observar cómo mejora el estado del niño y pasa a encontrarse mejor.

¿Y qué termómetro debería usar entonces?

Hace unos meses escribimos una entrada sobre los diferentes tipos de termómetros que existen y las diferentes propiedades de unos u otros. Como ya te habrás dado cuenta, este post no va de eso.

Hace unos días pensé que quizá el mejor termómetro que puede existir sería aquél que no tuviera números y dijera simplemente a los padres cuando ha llegado el momento de administrar a sus hijos un antitérmico. Sería un termómetro que valoraría la temperatura pero también se fijaría en cómo se encuentra el niño. Sería un termómetro que daría mensajes del estilo: «dale ahora paracetamol» o «todavía puedes esperar un rato, el niño se encuentra bien». Sin embargo, esta tecnología no ha sido desarrollada.

Unos padres prudentes e informados son el MEJOR termómetro para un niño

Creo que esta reflexión que he hecho sobre la fiebre y su manejo nos deja una conclusión clara: unos padres formados en qué consiste la fiebre, los síntomas que puede provocar, cuál es la evolución esperable de la temperatura tras administrar un antitérmico y qué signos de alarma hay que vigilar cuando un niño está enfermo, son el mejor termómetro para la fiebre de cualquier niño.

Esos padres serán capaces de manejar la fiebre de sus hijos sin caer en miedos irracionales sobre consecuencias horribles no demostradas por la «fiebre alta» y no se preocuparán en exceso si el termómetro no vuelve a los 36,5ºC tras administrar un antitérmico. Esos padres vigilarán el estado general del niño, la dificultad respiratoria, el grado de hidratación o las manchas en la piel…, pasando a un segundo plano la temperatura como un síntoma más dentro de todo el cuadro clínico de una infección.


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