Archivo de enero, 2018

Faringoamigdalitis aguda («anginas»): mitos y leyendas

La faringoamigdalitis aguda es la enfermedad que se conoce habitualemente como «anginas» y su causa suele ser infecciosa. Afecta a la faringe o como vosotros soléis decir, a la garganta. Es muy frecuente en niños aunque puede afectar a también a adultos. Los pediatras, tanto de atención primaria como de los servicios de Urgencias, estamos muy acostumbrados a tratar con ella.

En el post de hoy repasamos los aspectos más importantes de esta enfermedad a través de sus mitos y leyendas.

1. Si mi hijo no tiene «placas» es que no son anginas. FALSO

La faringoamigdalitis es la enfermedad que cursa con inflamación de la faringe y/o las amígdalas, generalmente de causa infecciosa. A nivel local podemos encontrar eritema, edema, exudados («placas»), úlceras o vesículas, pero ninguna de ellas es indispensable para el diagnóstico.

2. Las faringitis, amigdalitis y faringoamigdalitis son enfermedades distintas. FALSO

Estos tres términos son formas diferentes de llamar a la misma enfermedad. Además comparten las mismas causas y tratamientos, por lo que da igual cual de ellas usemos ya que nos estamos refiriendo a lo mismo. En lenguaje coloquial se conocen como «anginas».

3. Si mi hijo tiene faringoamigdalitis es culpa de una bacteria. FALSO

Como todas las infecciones en pediatría, éstas pueden estar causadas por virus o por bacterias. La bacteria que más frecuentemente causa esta infección se llama Streptococcus pyogenes (o betahemolítico) y es responsable de menos del 30% de los casos en global (35% de las faringoamigdalitis de niños de 3 a 13 años, en el 7% de los 2 a los 3 años, en el 4% de los menores de 2 años y excepcional en los menores de 18 meses). Por ello la cusa más frecuente de una faringoamigdalitis son los virus. Sin embargo, el objetivo del pediatra será diferenciar cuáles de ellas están causadas por esa bacteria.

4. Si me tose encima alguien con anginas es probable que me contagie. VERDADERO

La forma de trasmisión del Streptococcus pyogenes es a través de las gotitas que se forman cuando algún paciente habla, tose o estornuda. Es muy difícil contagiarse a través de algún objeto en el que haya caído alguna de estas bacterias como un pañuelo, la comida o el agua.

Respecto a los virus estos se trasmiten por gotitas pero también por contacto con las secreciones respiratorias del paciente.

5. Si mi hijo con anginas tiene fiebre alta la causa más probable será bacteriana. VERDADERO (A MEDIAS)

La gran mayoría de las veces es difícil diferenciar entre causa vírica y bacteriana basándonos solo en la clínica. Datos como la fiebre alta, el malestar general, la cefalea y la aparición brusca orienta hacia las bacterias mientras que la presencia de tos, mucosidad, afonía y diarrea son comunes en las faringoamigdalitis de origen vírico.

6. Es imprescindible hacer pruebas para confirmar la causa de las anginas. FALSO (A MEDIAS).

La mayoría de los pediatras nos basamos en la clínica y la exploración para orientar hacia que patógeno esta causando la faringoamidalitis del niño. En función de la sospecha mandaremos al paciente un tratamiento sintomático o, en le casos de sospechar la causa bacteriana, un antibiótico.

En determinados servicios está disponible un test rápido para Streptococcus (similar a una prueba de embarazo pero con secreción de la garganta) para confirmar la presencia de esta bacteria o recoger un cultivo faríngeo (frotis) del que obtendremos el resultado en unos días. La utilidad de estas pruebas es importante para poder prescribir antibióticos solo a los niños que lo necesiten.

7. Las complicaciones de las anginas bacterianas son muy frecuentes. FALSO

Existen complicaciones que se conocen como «supurativas» y dan lugar a la formación de abcesos (acúmulo de pus) en la garganta. Ocurren en el 1-2% de las faringoamigdalitis por Streptococcus que no han sido tratadas con antibiótico o que no completaron la pauta de días que se le prescribió.

Por otro lado existen las complicaciones «no supurativas» (sobre todo, fiebre reumática y glomerulonefritis postestreptocócica), son muy raras y se evitan también realizando el tratamiento antibiótico completo.

8. Si mi hijo necesita antibiótico para las anginas hay que darle un antibiótico muy potente. FALSO

Los antibióticos que se emplean para tratar cualquier infección causada por bacterias son los que cubren con menor espectro las bacterias que más probablemente cusan la infección, es decir se utiliza el antibiótico más específico para tratar a la bacteria que se sospecha.

En le caso de las faringoamidalitis se emplea la penicilina oral ya que el Streptococcus pyogenes es sensible a este antibiótico.

9. Aunque mi pediatra me mande 10 días de antibiótico, si la fiebre desparece rápido puedo darle menos días de tratamiento a mi hijo. FALSO

La recomendación actual es la de tratar las faringoamigdalitis durante 10 días ya que con esta pauta se consiguen las más altas tasas de erradicación del Streptococcus de la garganta. Debido a ello da igual que la respuesta al antibiótico haya sido muy buena, ya que debemos mantenerlo durante 10 días.

10. Si mi hijo tiene anginas no puede ir al colegio. FALSO (A MEDIAS)

En el caso de las faringoamigdalitis causadas por bacterias dejan de contagiar a las 24 horas tras haber comenzado con el antibiótico por lo que podrían ir al colegio después de un día de reposo en casa y siempre que haya desaparecido la fiebre. En el caso de que la etiología sea viral (las que no necesitan antibiótico) será suficiente esperar a que el niño este sin fiebre y se encuentre mejor.

11. Si mi hijo tiene muchas anginas hay que operarle. VERDADERO (A MEDIAS)

La cirugía de las amígdalas está indicada de forma arbitraria (es decir, sin una evidencia clara) en aquellos niños que han presentado más de 7 episodios confirmados de anginas por Streptococcus en un año, más de 5 en cada uno de los dos últimos años y más de 3 en cada uno de los tres años anteriores. En los niños en los que se ha realizado la cirugía se ha observado que tienen menos episodios comparado con los que se decidió no operar, sin embargo el beneficio de la cirugía no está todavía del todo claro.


La información de este post ha sido extraida del «Documento de consenso sobre el diagnóstico y tratamiento de la faringoamigdalitis aguda» de la Asociación Española de Pediatría publicado en 2011 y que actualmente (enero 2018) está en vigor. Puedes consultarlo en este Link.

¿Debo alternar Paracetamol con Ibuprofeno? La respuesta es No

Termómetro

Fuente: Pixabay

No, esa es la respuesta. Rotundamente No. Lo sentimos si esto te parece un spoiler de lo que vas a leer a continuación, pero por si solo tienes unos segundos para echar un vistazo a esta entrada queríamos dejártelo claro, pero si realmente quieres saber el porqué de esta respuesta lee hasta el final del post. Cuando inauguramos este blog hace unos meses lo hicimos con una entrada que se titulaba «Mi hijo tiene fiebre, ¿y ahora qué?». En esa entrada os dábamos consejo sobre qué cosas podías hacer cuando vuestros hijos tuvieran fiebre y qué debías vigilar para saber cuándo acudir a ver al pediatra. También escribimos un post de nuestras sección Mitos y Leyendas sobre las Convulsiones Febriles en las que exponíamos, entre otras cosas, que la fiebre no hace daño al cerebro. Sin embargo, una de las preguntas que más nos hacen los p/madres en la consulta es si deben alternar Paracetamol con Ibuprofeno mientras sus hijos tiene fiebre. Para poder dar respuesta a esta pregunta nos debemos plantear antes una serie de cuestiones y dar algunas explicaciones. A ver si conseguimos convencerte.

¿Qué es la fiebre?

La elevación de la temperatura corporal por encima de 38ºC es lo que los pediatras denominamos fiebre. Si la temperatura se mantiene entre 37-38ºC lo llamamos febrícula. Esta elevación de la temperatura ocurre cuando los leucocitos (células de la sangre que nos defienden de las infecciones) actúan contra algún microorganismo (virus o bacterias). Estas células secretan a la sangre una serie de moléculas las cuáles dan la orden al cuerpo humano de elevar la temperatura. Por tanto, la fiebre es una respuesta fisiológica que ocurre normalmente durante una infección. Un síntoma más como los mocos de un catarro o la diarrea de una gastroenteritis.

Y entonces, ¿para qué sirve la fiebre?

La elevación de la temperatura tiene un papel en la defensa de las infecciones ya que ayuda a destruir a los microbios que los provocan. La fiebre además desencadena una serie de respuestas en el cuerpo de los niños como que el corazón lata más rápido, el niño respire a más velocidad o presenten dolor de cabeza y muscular. Todos estos cambios no tienen trascendencia en un niño sano pero provocan disconfort e incomodidad.

Por tanto, ¿cuál es el objetivo al tratar la fiebre?

Después de lo que has leído esperamos que haya quedado claro que la fiebre no provoca daño a los niños (ni en su cerebro ni de ninguna otra forma) y, parece evidente, que el tratamiento debe ir encaminado a mejorar el malestar que provoca. Es decir, cuando administramos un antitérmico (medicina para la fiebre) lo hacemos con el objetivo de que nuestros hijos se encuentren mejor, si además desciende la temperatura pues fantástico, pero lo importante es observar como el niño se espabila, vuelve a comer y retoma el juego.

¿Cuándo debo dar un antitérmico a mi hijo?

La administración de un jarabe a un niño para tratar la fiebre debe hacerse de forma individualizada. Habrá niños que con 38ºC solo quieran estar en brazos de sus padres y otros que seguirán corriendo por el salón. En el primero la indicación para administrar la medicación es obligada mientras que en el segundo niño podríamos esperar. A medida que la temperatura de la fiebre asciende es más probable que el estado general del niño empeore, lo que casi garantiza que haya que darle algo al niño para que se encuentre mejor. Por tanto, lo que te debe importar para decidir si le administras un antitérmico a tu hijo es el estado general y no el grado de temperatura de la fiebre.

Y qué es mejor ¿Paracetamol o Ibuprofeno?

Pues ni uno ni otro, simplemente son diferentes aunque sirvan para lo mismo. El Paracetamol es antitérmico y analgésico y puede repetirse cada 4-6 horas. El 80% de los niños a los que se les da un jarabe de paracemol reducen su temperatura en 1 o 2ºC. Sus efecto se suele empezar a notar a los 30-60 minutos con un máximo de acción a las 3-4 horas. El Ibuprofeno, además de antitérmico y analgésico, es antiiflamatorio. Se puede repetir cada 6-8 horas, y al igual que el paracetamol, desciende la temperatura corporal 1-2ºC a los 60 minutos con un máximo de acción a las 3-4 horas. La mayoría de las asociaciones de pediatría (la americana, la española…) recomiendan el empleo de paracetamol como primera opción para tratar la fiebre. Sin embargo, puede estar justificado utilizar el ibuprofeno en algunos casos como primera opción (sobre todo cuando se busca además un efecto antiinflamatorio). Ambos fármacos tienen efectos secundarios aunque son raros. La mayoría de estos efectos no deseados están relacionados con un mal ajuste de la dosis al peso del niño o por un error al administrárselo. Por ello debes pedir a tu pediatra que te especifique qué dosis debes dar a tu hijo y con qué intervalo.

¿Y cómo sé si estás medicinas están siendo efectivas?

Como has podido entender, el objetivo de los antipiréticos es que los niños se encuentren mejor. Ten en cuenta que estas medicinas no las damos para que el niño se cure de la gastroenteritis o de la otitis, sino que se las damos para que mientras la enfermedad se cura (unas veces con antibiótico y otras no) lo pasen lo mejor posible. Por tanto, lo que debes hacer es vigilar su nivel de actividad (si vuelve a jugar, si te pide salir a dar un paseo), la cantidad de líquidos que toman y otros signos asociados a enfermedades más graves (manchas en la piel, letargia, dificultad respiratoria…). Es frecuente que muchos padres nos enseñen un papel donde han ido apuntando la temperatura de sus hijos tras un antitérmico cada 15-20 minutos. Los pediatras a eso no le damos importancia, en serio, no lo miramos, porque sabemos que la respuesta de la fiebre a estas medicinas no nos da pistas sobre qué microorganismo las provoca o si la infección que tiene el niño es más o menos grave. Repetimos, el estado general es lo más importante.

Y por fin, ¿por qué no debo alternar Paracetamol con Ibuprofeno?

No existe ningún estudio que haya demostrado que dar primero paracetamol y 3-4 horas después ibuprofeno mejore el control de la fiebre en los niños. Teniendo esto en cuenta y basándonos en que lo importante es que el estado general del niño mejore, no tiene sentido estar dando a nuestros hijos primero paracetamol y después ibuprofeno. Lo suyo es elegir uno de los dos y cada 6 horas (siempre que la fiebre le vuelva a subir y el niño vuelva a estar incómodo) darle el mismo. Algunos autores recomiendan que de forma puntual (es decir, no habitualmente) y en el caso de que 3-4 horas después de haber dado paracetamol o ibuprofeno y el niño siga con fiebre y siga estando incómodo, se puede administrar el otro con el objetivo de que el niño se encuentre mejor. Es lo que a nosotros nos gusta llamar «un rescate», que nada tiene que ver con estar alternando antitérmicos. En el momento en el que la fiebre se controle, lo indicado sería seguir con solo paracetamol cada 6 horas o solo ibuprofeno cada 6 horas mientras dure la fiebre.
Esperamos que después de todo lo que habéis leído comprendáis mejor porqué se produce la fiebre y cuál es el objetivo al tratarla. Entender que la fiebre no es mala, que solo es incómoda y un síntoma más de una infección, nos dará la seguridad suficiente para saber que eso de alternar paracetamol-ibuprofeno no tiene ningún sentido. Te dejamos en este link la hoja de padres de la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría con consejos sobre la fiebre y en este otro link el decálogo sobre la fiebre de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Por último, si en alguna ocasión necesitas calcular la dosis de antitérmico de tu hijo porque ha cambiado de peso puedes entrar en este Link en el que encontrarás una calculadora. Esa herramienta ha sido desarrollada por pediatras y puedes confiar en su uso.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

Si te ha gustado lo que has leído, hemos publicado un libro con explicaciones sencillas y amenas sobre las cuestiones de salud más importantes de la infancia. Podéis adquirirlo en puntos de venta habituales o a través de los siguientes enlaces: Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:
NOTA: la información que has leído en este post esta extraída de la última actualización del UpToDate del tema Fever in infants: Pathophysiology and management. Esta plataforma on-line actualiza sus contenidos de forma frecuente en base a las nuevas evidencias científicas.

Cómo comer sano: el Plato de Harvard

Hace unos días subimos a las redes sociales una foto con un plato en el que habíamos escrito las recomendaciones actuales para hacer una comida sana según el Plato de Harvard. Tuvo muy buena acogida por lo que hemos decidido hacer un post más extenso en el que desarrollemos la idea.

Lo primero es presentar al protagonista del día de hoy: el Plato de Harvard (o como lo han traducido ellos «El Plato para Comer Saludablemente«. Aquí os lo dejamos:

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Vamos a analizarlo por partes porque es más sencillo de lo que parece.

¿De dónde viene la idea?

Todos conocemos la idea de las pirámides de alimentación que tanto vemos en revistas y libros de qué es más adecuado para comer sano: que si 2 raciones de esto al día, 3 de estas a la semana, cosas ocasionales… Son herramientas divulgativas muy útiles pero que en ocasiones son difíciles de interpretar. A continuación puedes ver la pirámide de la Escuela de Salud Pública de Harvard y los editores en Publicaciones de Salud de Harvard:

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Si siguiéramos a raja tabla esta pirámide estaríamos realizando una alimentación más que correcta. Estas pirámides están pensadas tanto para niños como para adultos, ya que lo importante no es la la cantidad sino de la calidad de las comidas que realizamos a lo largo del día. Como hemos dicho, las pirámides son difíciles de aplicar a diario por lo que debemos usarlas mas como lista de la compra que como guía de preparación de comidas, es decir como una idea global de la alimentación.

Sin embargo el día a día no es un pirámide, sino que es una sucesión de comidas (o platos) que no llevamos a la boca. Para facilitar la labor de interpretación de las pirámides, la propia escuela de Salud de Harvard ha diseñado «un plato» que sirve de guía para realizar comidas saludables y balanceadas diarias. Esta guía para preparar comidas sirve tanto para adultos como para niños, modificando la cantidad que requiera cada uno.

¿En que consiste el Plato de Harvard?

Como hemos dicho es una guía de qué es lo que deberíamos tomar en cada comida. Para que te hagas una idea, lo que deberías ver en el plato cada vez que fueras a comer. Para hacer un «Plato de Harvard perfecto» deberías seguir estas recomendaciones:

  • La mitad del plato deberían ser vegetales o frutas. Cuantos más colores y variedades mejor, y recuerda que las patatas no se consideran vegetales.
  • Un cuarto del plato deberían ser cereales, y mejor si son integrales.
  • Otro cuarto del plato debería ser proteína. Mejor pescado, pollo o legumbres que carne roja y evitar al máximo posible los embutidos y carnes procesadas.

A estas tres partes del plato se podría añadir, como fuente de grasas, aceites vegetales (oliva, girasol) pero siempre con moderación. Como bebida lo mejor para los niños es agua (y solo agua).

Solo falta añadir ejercicio diario (en el plato pone «mantenerse activo) para que cumplas con todas sus recomendaciones, así que no tienes excusa para que tus hijos realicen actividades que les mantengan en forma.

Debes tener en cuenta que el Plato de Harvard no sustituye a las pirámides, sino que las complementa.

¿Y si no sigo a estrictamente las recomendaciones en todas las comidas?

A veces es muy difícil preparar una comida para un niño con tres o cuatro ingredientes, incluso puede ser que no quiera una parte de lo que le has puesto. No pasa nada. Recupera en la siguiente.

Por ejemplo, si para comer le has puesto macarrones con atún (es decir, cereales y proteína), deberías darle de postre fruta y en la cena hacer una cena más ligera con muuuucha verdura. Lo importante es que al final del día la suma de todos los platos que haya tomado tu hijo sumen esas tres parte que te hemos contado.

Una imagen vale más que mil palabras

Volviendo al inicio del post os dejamos una foto de una cena de nustro hijo de 21 meses en la que se puede ver como hemos aplicado los principios del Plato de Harvard: brócoli, arroz integral y pescado al vapor.

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La imagen del Plato para Comer Saludable esta protegida por Derechos de autor © 2011 Universidad de Harvard. Para más información sobre El Plato para Comer Saludable, por favor visite la Fuente de Nutrición, Departamento de Nutrición, Escuela de Salud Pública de Harvard, http://www.thenutritionsource.org y Publicaciones de Salud de Harvard, health.harvard.edu. Su traducción al español la puedes encontrar en este LINK

Viajar con niños pequeños en avión

No, no nos hemos vuelto locos. Hoy hemos decidido hablar un poco sobre este tema porque muchos p/madres nos preguntan a nosotros, sus pediatras, si sus hijos pueden viajar en avión. En general suelen ser primerizos y con un bebé, pero tampoco faltan las preguntas de p/madres más experimentados pidiéndote algún consejo para el vuelo.

Los vuelos en avión se han convertido en los últimos 20-30 años en un medio de transporte habitual y cómodo. Lo que antaño era prohibitivo, hoy en día es más accesible por lo que muchas familias se plantean usar el avión para sus desplazamientos hacia lugares de vacaciones. Muchos de vosotros ya habréis cogido algún avión, pero seguro que si estáis leyendo este post es porque nunca lo has hecho con niños o al menos te planteas dudas al respecto.

Poco, o mejor dicho, nada se puede encontrar en los libros de pediatría que hemos estudiado sobre niños (que no estén enfermos) y vuelos en avión, por lo que todo lo que vas a leer a continuación está basado en nuestra experiencia personal y la de nuestros amigos y familia así como de la información extraída de las páginas web de las principales aerolíneas de nuestro país. En nuestro caso ya hemos cogido 8 vuelos con nuestro hijo menor de dos años (dos de ellos de 10 horas de duración). Además contamos con una sobrina de casi 5 años que ha cogido innumerables vuelos desde que nació ya que sus padres vivían en un país diferente a España y nos venían a visitar con frecuencia. También hemos contado con los consejos de una amiga azafata, madre de dos niñas de 5 años con las que ya ha volado en varias ocasiones.

En este post encontrarás información útil a la hora de programar el vuelo así como consejos que podrás utilizar para cuando hayas despegado. La mayoría de las cosas que leas a continuación están pensadas para p/madres con niños por debajo de los 6-7 años, ya que los mayores de esta edad son lo suficientemente autónomos como para no necesitar tanta supervisión por vuestra parte.

Y recuerda, el vuelo en avión es el inicio del viaje. Piensa en lo bien que os lo vais a pasar después y no te agobies nada más empezar las vacaciones. Coger un avión es el tramite para llegar allí donde realmente quieres estar, así que ¡¡no te amargues!!

Planea el vuelo con antelación

Viajar con niños supone siempre un esfuerzo adicional a nivel organizativo. Pero si a ello le sumas que van a tener que estar encerrados en un sitio bastante estrecho, se puede convertir en una odisea. Ten en cuenta que los niños pequeños necesitan moverse, liberar la energía, y a diferencia de los adultos, a veces, son difícilmente controlables.

Por ello, debes intentar programar el vuelo en unos horarios que se acoplen al ritmo de vida de tus hijos. Además de las horas del propio vuelo tendrás que contar con 1-2 horas más antes y después del mismo. Si tu hijo suele dormirse una buena siesta después de comer es ideal que cojáis un vuelo a media mañana, si por el contrario tu hijo es un dormilón nocturno, los vuelos de noche serán tu mejor opción.

Los niños pequeños viajan «gratis»

La mayoría de las compañías aéreas solo cobran por asiento ocupado. Por ello, los menores de 2 años solo pagan una parte muy pequeña de la tarifa (en general son las tasas aeroportuarias que corresponde, aproximadamente, al 10% de la tarifa del adulto) ya que viajan en brazos de sus padres. Puede resultar un poco incómodo en bebés grandes, pero si consigues que se duerman el vuelo suele ser una delicia para ellos. L@s azafat@s de vuelo entregaran a los padres del niño un cinturón especial (de color naranja en muchas ocasiones) para atar al niño durante el despegue y el aterrizaje que se entrelaza con uno de adulto. También te entregarán un chaleco salvavidas especial para el bebé.

En el caso de que no quieras llevar en brazos a tu hijo, la mayoría de las compañías aéreas ofrecen la posibilidad de sacar un billete para el menor de 2 años pero ocupando asiento. Deberás llevar una silla de coche homologada como sistema de retención que se colocará en el asiento asignado al bebé. En este caso, el billete se facturará como el de un niño de 2 a 11 años. Por último, como máximo pueden volar dos niños menores de 2 años por adulto, uno de ellos en brazos del p/madre y otro en silla homologada en asiento contiguo (por lo que este último se factura a mayor precio).

Los niños de 2 a 11 años ocupan asiento, por ello el billete es más caro que el de un bebé. Aun así, en este rango de edad, la mayoría de las compañías ofrecen descuentos sobre la tarifa del adulto para que el vuelo resulte más económico.

Cuanto más pequeño el niño, mejor

Ya te habrás dado cuenta que viajar en avión con un niño menor de dos años sale más a cuenta que con uno más mayor, pero además los niños pequeños suelen tolerar mejor un viaje en avión que los más mayores y los pediatras no vemos ningún inconveniente que estos niños realicen un vuelo por largo que sea.

Por debajo de los seis meses el vuelo para ellos no varia mucho de la rutina que hacen en su vida diaria: comer, dormir y estar en brazos de sus padres. Por ello, en esta edad, los vuelos con niños suelen ser muy tranquilos. Si además tu hijo solo toma lactancia marterna, el vuelo será coser y cantar. Otra ventaja de volar con niños pequeños es que muchas compañías ofrecen «cunas» en los vuelos internacionales para menores de 8 meses (y hasta 11 kilos) en donde puedes dejar al bebe mientras está durmiendo. Si quieres utilizarlas deberás ponerte en contacto con tu compañía antes del vuelo para que te la asignen.

El momento despegue/aterrizaje: el más temido

Todos los que hemos viajado en avión hemos experimentado como se nos taponan los oídos durante el despegue y el aterrizaje. Esto ocurre porque dentro de la cabina del avión cambia la presión del aire sin que de tiempo a que el oído se adapte (algo parecido a lo que les ocurre a los buceadores). Los adultos somos capaces de compensar esta diferencia de presión mascando chicle o soplando tapándonos la nariz.

Los niños no son diferentes en este aspecto a los adultos y sufren también ese cambio de presión. La diferencia estriba en que ellos no saben que tiene que hacer para solucionarlo y además lo viven como una sensación desagradable que en muchas ocasiones les provoca el llanto. Los que peor lo pueden pasar son los bebés. Para ayudarles puedes ofrecerles el pecho o un biberón para que traguen algo o simplemente el chupete.

La seguridad ante todo

Como hemos dicho al inicio del post, viajar en avión es cada vez más frecuentes, pero ello no quita que sigamos de forma estricta las recomendaciones de seguridad.

Más arriba has podido ver alguna foto de como son los cinturones de seguridad de los niños menores de 2 años. Los de los niños mayores son iguales a los del adulto. Es muy importante que los niños vayan atados la mayor parte del tiempo (y sobre todo si lo solicita el personal de vuelo) ya que ante una turbulencia inesperada pueden» salir volando» del asiento debido a su poco peso comparado con el del adulto. Por el mismo motivo, es mejor que estén en el asiento que paseando por el avión.

En el muy improbable y poco frecuente caso de que saltaran las mascarillas de oxigeno, recuerda que debes colocarte primero la tuya y luego ayudar a los niños.

¿Y qué les doy de comer en el avión?

Si tu hijo toma lactancia materna lo tienes muy fácil ya que la comida la llevas incorporada y no será muy diferente de lo que haces habitualmente (a demanda, verdad??).

En el caso de que tu hijo tome lactancia artificial deberás pedir al personal de vuelo que te calienten el agua para preparar el biberón. La mayoría de los aviones no tienen microondas por lo que normalmente se calienta el agua al baño maría.

Respecto a los sólidos, los p/madres solemos llevar nuestra propia comida para un viaje corto por si el niño quiere picar algo (algo de fruta, pan…). En el caso de vuelos más largos puedes optar por llevar tu propia comida de casa (y si es necesario calentara, otra vez al baño maría). Nosotros te recomendamos que lleves cosas que no sea necesario calentar como pasta o ensalada de arroz. Y piensa que es mejor que sobre, no vayas a encontrarte con un niño gritando que quiere comer por encima de las Azores. Tu mejor que nadie conoces a tus hijos así que piensa en que pude gustarles.

También puedes preferir que tus hijos coman la comida que ofrece la compañía aérea, pero tienes que tener en cuenta unos detalles importantes: 1) los niños menores de 2 años, al no ocupar asiento, no cuentan para las comidas (algunas compañías ofrecen la posibilidad de potitos o similares pero tienes que avisar con antelación); 2) para los niños entre 2 y 11 años, al ocupar asiento, la compañía les ofrece un menú infantil (también has de avisar a la compañía con al menos 48 horas de antelación). Si tus hijos son muy especiales comiendo es mejor que les lleves comida de casa, que todos sabemos lo buenas que están las comidas de los aviones.

Respecto a los líquidos, las normas de seguridad aeroportuario permiten que los p/madres de niños lleven consigo la cantidad de agua que crean suficiente para dar de beber a sus hijos o prepararles un biberón. Así que no te cortes y lleva un par de botellas de dos litros por si las moscas. Puedes consultarlo en esta página de Aena.

Entretener a los niños: tu objetivo principal

Esta es una de las partes más temidas por los p/madres cuando se plantean coger un avión o han vivido en sus propias carnes como un crío de 2-3 años ha estado llorando dos horas sin que nadie pudiera calmarle porque se aburre.

Para no llegar a esta situación tienes que intentar entretener al niño el máximo tiempo posible. Quizá la edad más complicada sea entre el año y los dos años de vida, etapa en la que los niños suelen ser torbellinos con ciclos de atención muy cortos (es decir, que se entretienen fácilmente pero rápidamente quieren cambiar de actividad).

Para ello debes llevar en el equipaje de cabina juguetes o artilugios que sepas que van a entretener a tus hijos: cuentos, juegos de mesa pequeños, muñecos, pinturas… y siempre podrás recurrir a los dispositivos electrónicos (móviles o tabletas) que, aunque no deberías utilizarlos a diario en tus hijos, en un viaje en avión pueden ser muy útiles. En el caso de que hayas decidido usarlos recuerda que tendrás que ponerlos en «modo avión» por lo que los vídeos o juegos que usen deberán estar descargados.

Algunas compañías ofrecen algún juguete a los niños pero no creemos que con ellos se entretengan todo el viaje.

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¿Qué les meto en la maleta?

Los niños, aunque sean menores de 2 años, tienen derecho a llevar un bulto de mano en cabina.  En ese bulto deberías meter todo lo que pueda necesitar tu hijo durante las horas de vuelo (además del los juguetes).

Imprescindible ropa de cambio. Nunca sabes cuando vas a tener que cambiar a tu hijo, ya sea porque se ha tirado el agua encima o porque no le siente muy bien volar y eche una vomitona. Así que mete por lo menos un recambio de cada prenda.

Algunas compañías ofrecen pañales pero es mejor no arriesgarse y llevar los tuyos propios. Dependiendo de la duración del vuelo necesitaras más o menos, pero como en el caso de la ropa, mejor que sobre a que falten. No te preocupes por donde cambiarlos ya que los aviones cuentan con cambiadores en algunos de los baños.

Existen unas maletas que están diseñadas para niños (Trunki) y se pueden llevar en cabina. Puede que sean de colores llamativos y aparentemente muy bonitas, pero ten en cuenta que si tus hijos se cansan, serás tu el que finalmente cargue con ellas por lo que quizás es mejor llevar una bolsa o una mochila. Tenemos algún amigo que la tiene y después del primer viaje no la ha vuelto sacar de casa.

¿Y qué hago con el carrito del niño?

Al igual que las sillas de ruedas, los carritos de niño son «bultos» que no pueden viajar en la cabina del avión. Sin embargo, son objetos que puedes llevar hasta la puerta del mismo y una vez allí el personal del aeropuerto los recogerá para bajarlos a la bodega. Es muy importante que cuando realices la facturación de las maletas te pongan una etiqueta especial para que cuando llegues al destino te entreguen el carrito nada más bajar del avión y no tengas que esperar a que salgan con el resto de maletas.

¿Necesito llevar un botiquín para mi hijo?

La mayoría de las compañías llevan a bordo medicación por si algún pasajero necesita algún analgésico o antipirético. En concreto, suelen llevar paracetamol en comprimidos y en jarabe (este último para los niños). Te pedirán que firmes un consentimiento de descargo por habértelo entregado. De todas formas es mejor meter en la bolsa de mano un termómetro y el antipirético que normalmente das a tu hijo y no depender de si en el vuelo hay o no medicación. Por su puesto, si tu hijo utiliza medicación habitualmente (salbutamol, antiepieepticos, insulina…) debes llevarla contigo (y recuerda adjuntar la receta médica para que no te pongan problemas en los controles de seguridad del avión).

Los aviones también llevan material médico para utilizar en caso de emergencia pero solo puede ser utilizado si algún médico se hace responsable de su utilización a bordo.

Pide ayuda en caso necesario

Por último, no tengas duda en pedir ayuda si lo necesitas. Durante el vuelo l@s azafat@s estarán encantados de echarte una mano para hacerte el viaje más fácil a ti y a tus hijos ya que con ello conseguirán que el resto de pasajeros del avión no se moleste con la presencia y actividad de tus pequeños.

Finalmente, si viajas sola con tu hijo, pide ayuda a algún pasajero para que te ayude a cargar las maletas y tu puedas empujar el carro del niño por la terminal. En general la gente está dispuesta a ayudar y es muy raro que en un vuelo con más de 200 personas no haya alguien dispuesto a echarte una mano.


En resumen, viajar con niños en avión no tiene por que ser una mala experiencia. Una buena planificación y gestión de los tiempos te ayudará a pasarlo lo mejor posible. Recuerda que el vuelo es solo el medio de transporte hacia el viaje que realmente quieres hacer, así que no te amargues.

Con niños cualquier imprevisto puede estar a la orden del día así que no te olvides de llevar comida, ropa, pañales y las medicinas que puedas necesitar.

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Golpes en la cabeza: mitos y leyendas

Los golpes en la cabeza, o traumatismos craneoencefálicos en lenguaje médico, son un motivo de consulta muy frecuente en las Urgencias de Pediatría. La mayoría de ellos se producen en niños pequeños y son leves, aunque en ocasiones pueden suponer una verdadera urgencia médica. Suelen generar mucha ansiedad en los padres lo que les lleva a realizar acciones que no tienen justificación médica.

En le post de hoy repasamos los mitos y leyendas de los golpes en la cabeza para despejar las dudas más habituales que pudieras tener.

1. Si mi hijo se da un golpe en la cabeza tengo que ir al hospital corriendo. FALSO

Cuando un niño se golpea la cabeza lo que hay que hacer es comprobar como se encuentra y repasar que ocurrió tras el golpe. Si rompió a llorar tras la caída y se ha calmado con facilidad, no ha vomitado ni ha realizado movimientos raros y su estado neurológico es normal (el niño está como siempre), la mayoría de las veces no hace falta acudir al hospital y la observación del niño se puede hacer en domicilio.

2. Tras el golpe, es importantísimo que le frote con la barrita de árnica para que no le salga chichón. FALSO

La Helenalina es un compuesto que contiene la árnica (planta con flor amarilla) a la que se le presuponen efectos antiinflamatorios. Sin embargo, éstos no han sido demostrados en estudios científicos de calidad. Su uso no es imprescindible y  merece más la pena utilizar hielo o un antiinflamatorio oral.

3. Tras el golpe, no debo dejar dormir a mi hijo hasta que lo vea un médico. FALSO

Tras un golpe en la cabeza podemos quedarnos un poco atontados y con sueño, lo que en pediatría llamamos contusión cerebral. Ésta suele ir acompañada de otros signos neurológicos como amnesia del episodio y confusión. Con estos síntomas es importante acudir al hospital para que el pediatra pueda evaluar si hay algo más tras el golpe o solo es un estado transitorio que no debe preocuparnos. A pesar de todo esto, no es imprescindible estar animando al niño a que no se duerma en todo momento.

4. Si mi hijo vomita tras un golpe en la cabeza debo acudir al hospital. VERDADERO

Como en el caso anterior, los vómitos (sobretodo si han sido varios) pueden estar asociados a un problema mayor tras un golpe en la cabeza por lo que los niños deben ser evaluados por un pediatra. Éste realizará una exploración completa y tras ella decidirá que hay que hacer con el paciente (observación y/o pruebas complementarias).

5. Es mejor no dar nada para el dolor para que el médico valore la gravedad del golpe. FALSO

Lo normal tras un golpe en la cabeza es que el niño se queje. No existe ninguna justificación para no tratar el dolor antes de acudir al médico. Lo más prudente es administrar algún analgésico al niño y después, en caso de que sea necesario, acudir al hospital.

6. La edad del niño que se golpea la cabeza es importante. VERDADERO

Los protocolos actuales del manejo del trauma craneal leve dividen a los niños en mayores y menores de dos años. Esto se debe a que la probabilidad de una lesión intracraneal tras un golpe no es la misma en ambos grupos. Ademas de este dato, son importantes otros extraídos de la historia clínica como la altura desde la que se cayó el niño, el mecanismo del suceso y que ocurrió tras el golpe.

7. El sitio más peligroso para golpearse la cabeza es la frente. FALSO

El cuerpo humano esta diseñado para intentar aguantar los golpes en la frente y por ello éste es el hueso más duro de toda la cabeza. Los huesos más finos y por tanto más peligrosos para recibir un golpe son los parietales, es decir, los laterales de la cabeza. Además, por debajo de éstos discurren vasos sanguíneos que podrían sangrar en caso de una fractura craneal.

8. El chichón es la parte más importante de toda la exploración física. FALSO

Los llamados chichones (cefalohematomas en argot médico) son una parte importante de la exploración, sobre todo su localización y tamaño, ya que se relacionan con lesiones craneales subyacentes. Sin embargo, un cefalohematoma aislado no tiene por qué traducir una lesión intracraneal por lo que deben ser evaluados en conjunto con toda la exploración nuerológica.

9. Las radiografías son la prueba que hay que hacer cuando un niño se golpea la cabeza. FALSO

Cuando un niño se da un golpe en la cabeza lo más importante es evaluar quién es susceptible de tener una lesión intracraneal, es decir, un sangrado por debajo de los huesos del craneo. Con una radiografía esos sangrados no son capaces de ser detectados por lo que la mayoría de las veces, las radiografías no tienen ningún utilidad en la evaluación de estos pacientes. En caso de que el golpe sea de suficiente entidad y la exploración sugiera que pudiera existir un sangrado intracraneal se debe realizar un Scaner.

10. Vigilar al niño tras el golpe es lo más importante. VERDADERO

Como ya anticipamos al referirnos a si era necesario dejar dormir o no a los niños tras un golpe en la cabeza, la observación durante las primeras horas tras el traumatismo es muy importante. La mayoría de los padres acuden al hospital inmediatamente tras el golpe lo que en muchas ocasiones hace necesaria observación del niño en urgencias durante unas horas para vigilar que la exploración neurológica continua siendo normal. Tras ese periodo, el paciente puede ser dado de alta con instrucciones de lo que debe hacer en domicilio durante las siguientes 24 horas.


Esperamos que con este repaso hayan quedado claros cuáles son los conceptos más importantes a tener en cuenta cuando un niño se da un golpe en la cabeza. Es inevitable que los más pequeños se caigan o tropiecen pero está en nuestras manos actuar con calma tras el episodio.

Además debemos tener en cuenta que la mejor medida para evitar un trauma craneal es la prevención. Debemos tener mil ojos encima de nuestros hijos y no permitir que hagan actividades sobre ruedas sin casco (bicicleta, patines, patinete…).

En este enlace (Link) puedes consultar la hoja de recomendaciones para padres de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas


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¿Desde cuándo puedo dar cereales con gluten a mi hijo?

Hace unos días hablamos en el blog de cuándo se podía introducir la leche de vaca entera en la alimentación de un niño (Link) y a raíz de esa publicación hemos recibido varias preguntas acerca de los cereales con gluten, la enfermedad celiaca y la alimentación de los niños menores de un año.

En el post de hoy te contamos en que consiste esta enfermedad y su relación con los cereales. También te detallamos las recomendaciones actuales sobre cuándo y cómo introducir el gluten en la dieta de un lactante según la ESPGHAN (Sociedad Europea de gastroenterología, hepatología y nutrición infantil).

¿Qué es el gluten?

El gluten es un conjunto de proteínas que se encuentran en los cereales de secano, fundamentalmente en el trigo, cebada, centeno y avena. Estas proteínas confieren al pan y a otras masas elasticidad lo que da lugar al aspecto esponjoso tras su horneado. Además es un excelente aglutinante/espesante por lo que también se utiliza para otros aspectos en la industria alimentaria (se puede encontrar en multitud de comidas en los que no esperarías que estuviera). En la siguiente tabla puedes ver cuáles son los cereales más habituales que contienen gluten y los que no.

Sin título

El gluten es una proteína de bajo valor biológico, ya que su capacidad para administrar aminoácidos a la persona que lo ingieren es muy limitada.

¿Qué es la enfermedad celiaca?

Esta enfermedad consiste en una intolerancia al gluten junto con una atrofia de las vellosidades del intestino delgado, la cual lleva a una malasbosrción de nutrientes y un consiguiente estado de desnutrición.

Se dice que no es celiaco el que quiere sino el que puede, ya que se ha visto una predisposición genética en aquellas personas portadoras de los genes DQ2 y DQ8 para las moléculas HLA de clase II (complejo de histocompatibilidad), sin que sea obligatorio ser celiaco solo por ello, además es excepcional padecer esta enfermedad en el caso de no presentarlas.

Entonces, ¿por qué comemos las personas cereales?

Como hemos dicho, la enfermedad celiaca puede desarrollarse en sujetos susceptibles genéticamente que están en contacto con el gluten, es decir que comen gluten. Sin embargo, todos en nuestro día a día consumimos en mayor o menor medida cereales (con o sin gluten).

La Organización Mundial de la Salud recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad (no nos cansaremos de decirlo). A partir de esa edad, la leche resulta insuficiente para cubrir las necesidades nutricionales de los lactantes por lo que se hace indispensable iniciar la alimentación complementaria y tradicionalmente los cereales han sido elegidos como uno de los primeros alimentos a introducir tras la leche.

Desde hace cientos de años los cereales han sido uno de los pilares de la alimentación humana, debido principalmente a su alto contenido en hidratos de carbono (nutriente principal en una dieta equilibrada) y fibra, junto con una baja carga proteica y grasa, pero además son fuente importante de otros nutrientes como hierro, minerales (fósforo y calcio) y vitamina B. A todo ello se une la facilidad para su cultivo en casi todo el mundo.  Por tanto se hace inevitable que antes o después un niño entre en contacto con el gluten.

¿Por qué es importante la introducción del gluten a una edad determinada?

Solo esta indicado hacer una dieta exenta de gluten en pacientes con diagnóstico de enfermedad celiaca. El resto de personas serán libres de comer tantos cereales con gluten como ellos quieran.

Sin embargo, desde hace años se ha relacionado el consumo inicial de cereales con gluten en la época de lactante con la posibilidad de padecer en un futuro enfermedad celiaca. Por ello la ESPGHAN ha desarrollado una serie de recomendaciones que merece la pena conocer para desmitificar el cómo, cuándo y cuánto gluten deben comer los niños al iniciar la alimentación complementaria:

Gluten y lactancia materna

La introducción del gluten mientras el niño todavía toma el pecho no ha demostrado reducir el riesgo de enfermedad celiaca. Por ello no está recomendado realizar ninguna modificación sobre la duración de las recomendaciones habituales sobre la lactancia materna.

Cuándo introducir el gluten

La recomendación actual es introducir el gluten entre los 4 meses (cumplidos) y los 12 meses. La introducción del gluten en niños en este rango de edad no influye en el riesgo de padecer enfermedad celiaca en el futuro.

¿Hay algún tipo de gluten más recomendable?

No existe evidencia de que la administración de un tipo de gluten en concreto disminuya el riesgo de enfermedad celiaca por lo que puede realizarse con cualquier cereal que lo contenga.

Cuánta cantidad de gluten hay que administrar al principio

No existe un consenso claro sobre la cantidad adecuada de con cuánto gluten debe iniciarse su introducción.  La ESPGHAN recomienda evitar el consumo excesivo, lo que de forma practica podría traducirse como un cacito de cereales con gluten al día (el resto deberían ser cereales sin gluten).


Las recomendaciones que figuran en este post han sido extraídas del documento de posicionamiento de la ESPGHAN sobre la introducción del gluten y la enfermedad celiaca que puedes consultar en el siguiente Link.